jueves, 14 de julio de 2011

En palabras de otros - Michael Moorcock

El Hombre y un par de amigos fueron los primeros en llegar.

—Supuse que podía considerarme invitado —dijo El Hombre mientras se quitaba el pesado impermeable. Llevaba una chaqueta de pana verde de cuello alto y calzones apretados. Parecía un gibón.

El aluvión había comenzado ya, y los invitados suspicaces estudiaban la atmósfera del sitio antes de aflojarse. Había lesbianas turcas y persas, de enormes ojos de hurí, como gatas tristes, castradas; sastres franceses; músicos alemanes; mártires judíos; un tragafuegos oriundo de Suffolk; un improvisado cuarteto de voces masculinas de la última base norteamericana en Inglaterra, el Columbia Club, de Lancaster Gate; dos obesas mojigatas; Hans Smith de Hamstead, el Último de los Intelectuales de Izquierda, la Mente Microfilm; Shades; catorce traficantes de la misma mercancía y todos de Portobello Road, las caras hundidas bajo el peso de las decepciones; un pulidor polaco a la francesa y sin empleo, traído por uno de los traficantes; un grupo pop llamado The Deep Fix; un grupo pop llamado Les Coques Sucres; un negro muy alto; un veterinario jorobado de nombre Marcus; la muchacha sueca y un adolescente suculento; tres periodistas que acababan de dispensar unos áureos apretones de mano; la Pequeña Señorita Dazzle, a quien uno de ellos había descubierto en El Vino buscando al señor Crookshank; un irlandés llamado Podles; el director literario del Oxford Mail y su hermana; veintisiete miembros de la Brigada Especial; un heterosexual; dos niños pequeños; el difunto gran Charlie Parker, recientemente llegado de México bajo el alias de Alan Bird (había estado curándose durante varios años); un psiquiatra hosco de Regent Park llamado Harper; muchísimos físicos, astrólogos, geógrafos, matemáticos, astrónomos, químicos, biólogos, músicos, monjes de monasterios disueltos, brujos, putas retiradas, estudiantes, griegos, procuradores; un albino autocompasivo; un arquitecto; casi todos los alumnos de la escuela integral local, que habían acudido al oir el alboroto; casi todos sus maestros; el jardinero de un mercado; menos de un neozelandés; doscientos húngaros que habían Elegido la Libertad y la oportunidad de ganar dinero fácil; un viajante de máquinas de coser; las madres de doce de los niños de la escuela integral; el padre de uno de los niños de la escuela integral, aunque él no lo sabía; un carnicero; otro Hombre; una Persona Desplazada; un pequeño pintor; y varios centenares de otros individuos no inmediatamente identificables.
—Michael Moorcock, El programa final (trad. Matilde Horne)

miércoles, 22 de junio de 2011

Game of Thrones (serie de TV)

Palabra: si mi ritmo de lectura hoy fuera tan glotón e indiferente como el que tenía en los años de universidad, ya habría despachado los primeros cuatro libros de la saga A Song of Ice and Fire de George R. R. Martin y tendría algo que decir que estuviera menos afectado de prejuicios o, por lo menos, mejor argumentado. Pero como no, y como lo poco que leo lo dedico a los autores que más me gustan y de los que no he podido leer todo lo que quisiera, me queda al menos la opción de ver la primera temporada de la serie de HBO basada en la primera novela, A Game of Thrones.

Al no haber leído el libro no puedo excitarme desvergonzadamente por las fidelidades de la serie o airarme hasta la diatriba por sus infidelidades. Sin embargo, si de lo que vi dependiera la lectura debo decir que, así fuera tan indiferente y glotón como hace años, me costaría trabajo mentalizarme para dedicar tiempo y distintas clases de energía a una saga que no sólo sigue inconclusa después de cerca de 5000 páginas sino en la que parece que no pasa mucho. Los primeros cinco capítulos de Game of Thrones funcionan como un epílogo a eventos mucho más interesantes que ocurrieron todos en el pasado, mientras que los últimos cinco son el prólogo a eventos mucho más interesantes que tal vez ocurran en el volumen siete de la saga (séptima temporada de la serie), Dios mediante y si el autor no descubre de pronto a la mitad de la escritura del sexto que necesita expandir un poquito más la historia para aclarar mejor algo que va a pasar, algún día, y que es terrible. Hay una insatisfacción comparable a la que produce la saga de La guerra de las galaxias: si esta es la historia más interesante que este mundo tiene para contar, entonces deben aburrirse montones: traiciones siempre ha habido, así como inviernos largos, amores, guerras… ¿por qué justamente este momento de una historia que se sugiere larga y compleja?

Pero algo que me molesta aún más es que, por alguna razón a la que sólo se me ocurre llamar ‘triste convención sin reflexión’, se da por supuesto que fantasía equivale a espadas(*) y caballos. Tan extraños nos resultan el mundo y la historia que con eso debemos tener suficiente para sentirnos transportados a un universo fantástico. Tan otra cosa es nuestro pasado y tan ajenas sus formas de vida y pensamiento que hoy estimulan nuestra imaginación hasta el éxtasis. Tengo entendido que más adelante (volúmenes ocho o doce, tal vez, o creo que los apéndices del mapa de una nota al pie) habrá dragones y más muertos vivientes (sí, hay muertos vivientes; o por lo menos congelados que caminan, algo así), pero por el momento el paisaje es más bien estéril. Ni siquiera se ve mucha imaginación en las gentes de ese mundo: ¿que los bárbaros hablan una lengua gutural en la que no existe la palabra gracias, son de piel oscura y en sus bodas tienen sexo frente a todo el mundo y arman trifulca por nada porque no es una buena boda si no hay por lo menos tres muertos? Con razón nunca van a salir de bárbaros. ¿Que los malos son malísimos e incestuosos o proxenetas (no podían ser buenos cocineros, tenían que ser incestuosos o proxenetas) y los buenos buenísimos y estúpidos? Sirva como confirmación de que la sinonimia entre bondad y estupidez es más común de lo que uno cree.

En este punto del blog, volver a la queja por la inversión de demasiadas páginas en contar una historia que seguramente no las necesita es peor que redundante. Sin embargo, en esta clase de casos particulares, es decir, las sagas de fantasía épica, se ve que la extensión y la partición de la historia en muchos volúmenes ya no es un asunto de necesidad, si alguna vez lo fue, sino de pura inercia convencional, descontando de la discusión, por obvia, la inercia comercial. El estándar tolkieniano ha sido y seguirá siendo la meta a vencer; pero que la mejor manera que se les ocurra prácticamente a todos los autores para intentarlo sea escribir sagas de más de tres volúmenes, mientras que las variaciones de sustancia son mínimas o ineficaces, es sólo la prueba superflua de una crisis imaginativa. Lo triste es que se trate de una crisis tal en medio del género que debería sentirse más orgulloso de poder eludirlas, de un género que lleva el nombre de un reino sin fronteras. De la fantasía no nos queda más que el nombre. Por fortuna sólo exagero para efectos dramáticos, y esa verdad, aunque a medias, es especialmente verdad para la fantasía épica, apenas una rama de todo el género.

Ahora, debo decir que deseo estar siendo injusto, que espero equivocarme. Tal vez la serie no le da la talla a las novelas, tal vez Martin sea un excelente prosista y un maestro del ritmo, tal vez las motivaciones de los personajes no se vean tan básicas al estar presentadas de una manera más convincente y con parlamentos menos efectistas. No quiero dejar de reconocer que sólo es una cuestión de gusto y, sobre todo en mi caso, de disfunción lectora, y que no pueden establecerse criterios para valorar la calidad de una obra partiendo de una interpretación profundamente afectada por esos aspectos (bueno, en cuanto al gusto puede darse una discusión de lo más interesante y necesaria). Si mi torpeza e ignorancia me han hecho calumniar a una de las mejores sagas de la literatura, sólo me queda pedir perdón y compasión. Castigo suficiente será no leerla.


* Este es un colmo ya presentado con cierta eficacia en 1986 por la película Highlander, donde casi se puede pensar que la inmortalidad de los protagonistas es sólo un pretexto para justificar duelos de espada a muerte en plena Nueva York de finales del siglo XX.

sábado, 11 de junio de 2011

THE TERROR (2007) - Dan Simmons

En 1845 una expedición inglesa compuesta por los barcos Terror y Erebus partió hacia el Ártico con la misión y la esperanza de encontrar un paso noroccidental para el Asia. Esa parte es historia. El verano, sin embargo, no fue lo suficientemente benévolo y los barcos quedaron atrapados por el hielo. Las tripulaciones comenzaron a morir de hambre, de frío o con la ayuda de los miembros menos escrupulosos, hasta que una criatura llegada desde lo más blanco del paisaje las distrajo de sus desgracias a mordiscos. Esta parte es ficción. Ahora, imaginen cómo sería Alien si la criatura no fuera el octavo pasajero sino, modestamente, el centésimo vigésimo quinto, y Ridley Scott estuviera dispuesto a contarnos con toda paciencia la historia de cómo todos ellos menos una son devorados. Pues bien, más o menos eso es lo que nos presenta Dan Simmons en The Terror, todo ello agravado por la bravuconada de querer demostrar que la palabra es mejor que la imagen, al punto de que no sólo mil de ellas sean necesarias para superarla sino que, por qué no, hagamos de una vez que sean dos mil.

The Terror es básicamente una historia sobre estar detenido en el espacio con una percepción alterada del tiempo. Podría ser, con otro autor y en manos de otros intereses, un relato contemplativo, introspectivo y casi filosófico, pero no lo es. Esto lo único que quiere decir es que no es la novela que yo habría esperado o deseado (más lo segundo que lo primero, dado que ya conocía la obra de Simmons) y no tiene por lo tanto validez como crítica, pero las decisiones narrativas tomadas por Dan Simmons, aunque finalmente cumplen con su objetivo de contar una historia, no pueden verse como las más apropiadas.

Por una parte está la insistencia con que se detiene en datos que ya habían quedado expuestos. Repite una y otra vez que el contacto con el metal congelado puede despellejar al desprevenido, o que la comida enlatada está contaminada, o que la cosa que está afuera los acecha. En cierto momento, un camarero quiere sugerirle al capitán una solución para sus problemas, pero antes siente la necesidad de contextualizarlo por páginas, contándole los detalles de la anterior expedición en la que se presentó una situación similar. El capitán, mientras tanto, se remueve incómodo en su silla, pensando y diciendo que ya sabe todo eso, que, por favor, vaya al grano, y el camarero sigue como si nada con su exposición. Por fin, piensa el lector, un personaje en mi situación, ¿será que finalmente el autor entendió la sensación que produce su novela? Lo sorprendente es que esta escena ocurre justo en la mitad del libro. Aburrido, dejé de leer como por un año. Cuando lo retomé estaba preocupado de no reconocer a los personajes o no recordar cuál había sido la última situación en que los había visto. Pero Simmons, la mata de la consideración, parece haber pensado en ello, pues en cada capítulo vuelve a repetir quién es cada personaje y qué fue lo último que hizo, como si apareciera por primera vez. Cada detalle de información se insiste hasta la náusea, gracias a un narrador omnisciente que parece tener una excepción a su sabiduría y es la conciencia de estar narrando algo.

Por otra parte, y supongo que esto se debe a su interés en un público más bien definido, está la morosidad con que describe la muerte de los personajes, casi como si se tratara de hacer el ejercicio de imaginar distintas formas de deshacerse de 125 marinos y dar cuenta del mayor número de ellas. No quiero decir que haya algo malo en presentar la muerte en un relato; lo que quiero subrayar es la impresión dejada por el libro de que la relación de todas esas muertes se convierte más en una forma de llenar el tiempo de lectura (solidificado en páginas y páginas de papel con pequeñas manchas sucesivas de tinta) y amenizar la espera de lo que no va a pasar (porque finalmente de eso se trata, de que nada más que la muerte ocurre), que de alguna necesidad narrativa con alguna finalidad clara para alegría de la obra. Si se quiere hablar de la muerte da prácticamente lo mismo hablar de tres muertes que de ciento veinticinco.

Sin embargo, el estilo moroso de Simmons funciona a favor de las descripciones, las que, en la mayoría de casos, resolvemos por acumulación de datos. Por supuesto, una descripción extensa no es lo mismo que una descripción vívida o intensa (aunque ocasionalmente puedan coincidir), por más detallada que sea. En el caso menos afortunado, la densidad de detalle sólo llega a escenografía, pero como la novela de la que estamos hablando es una que depende en gran parte de su escenografía (tratándose de la historia de un naufragio y de la imposibilidad de actuar que conlleva, no queda mucho en esta clase de historia más que “mirar el paisaje”), la jugada favorece al relato.

Ahora bien, ¿fábula sobre la fragilidad del hombre ante el poder inmensurable de la naturaleza? ¿Sobre la fragilidad del hombre ante el mal, encarnado en otros hombres? ¿Sobre la fragilidad del hombre ante lo desconocido, lo sobrenatural? Mucho mejor: la novela de Simmons es todo eso. Y por si acaso quedan dudas, el autor se encarga de iluminarnos el camino hacia la interpretación en el capítulo final, dejándonos bien en claro que se trata de un libro con mensaje. Finalmente, el logro incuestionable de The Terror resulta paradójico. Dan Simmons ha escrito una prolongada parábola de la indiferencia. A cada lector le corresponde decidir si se trata de la indiferencia del universo ante el destino humano mientras agoniza o su propia indiferencia ante una historia que prácticamente ha quedado contada en las primeras páginas y que espera de nosotros, por alguna gracia, a que nos quedemos con ella hasta el final, aun sabiendo que no hace méritos.

sábado, 4 de junio de 2011

CORALINE (2002) - Neil Gaiman

[NOTA: última de las cuatro reseñas perdidas. Los lectores de este blog (si semejante criatura existe y no es cosa de ciencia ficción) recordarán un despotrique similar de hace un par de años.]

La prueba de que la expectativa puede ser perjudicial. No se trata de una decepción en el sentido más fuerte de la palabra, porque de todos modos es un buen libro, con una bonita historia, sino de la decepción ante la novela tan grande y positivamente comentada, ganadora de casi todos los premios (cosa que no pasaba hace muchos años y que entonces representó buenos títulos) (seguramente voy a recordar luego alguna excepción tremenda, pero mientras eso pasa, salga y valga la generalización), de un autor admirado con ciertas reservas pero con un dominio respetable de lo fantástico.

Con tristeza, el estilo resultó más bien plano y la secuencia narrativa molestamente predecible. Casi se podían adivinar desde el principio del capítulo las palabras que los personajes usarían. Y entristece más aun pensar que una posible razón sea que el público esperado (y aspirado) así lo exige: es decir, el viejo y torpe prejuicio (de doble filo, además) de que los niños necesitan un lenguaje poco elaborado junto con una historia vieja como el mundo, apenas actualizada en detalles de escenario, en este caso unos papás que trabajan en computadores o una Coraline semiindependiente que calienta su porción de pizza congelada en el microondas.

En su contra también, y contribuyendo a tanta tristeza tan mentada, está su escala. Culpo de ello a quienes se pusieron en el ocio de halarle los cabellos a la mención de Narnia o el País de las Maravillas, pues el mundo al que llega Coraline, aunque tan vasto como su mundo original, es mínimo. Las dimensiones hacen parte del juego: Narnia cabe en un armario y el País de las Maravillas en una madriguera; coherentemente, la otra casa de Coraline cabe en un muro de ladrillos… Ya que se ha llegado al terreno de las comparaciones, recordemos, con la sonrisa que merece, El viaje de Chihiro.

Pero reconozco que en esa diferencia de escala podría (incluso debería) encontrarse el mérito de Coraline, o uno de ellos: no se requiere un macrouniverso para que el propio esté en juego. Por otra parte, y por la misma, los personajes son encantadores, uno de ellos hasta memorable («—Podríamos ser amigos, ¿verdad?— dijo Coraline./ —Podríamos ser alguna especie de cría exótica de elefante africano bailarín— dijo el gato. —Pero no lo somos…»), y la valentía de la protagonista es bastante creíble y felizmente exenta de proselitismo (es decir, no es del tipo “niños: es bueno y necesario ser valientes”). Queda suficiente misterio irresuelto al final como para conservar la sensación de extrañeza, y hay algunos momentos que rozan el miedo: un teatro abandonado y a medio deshacer o una persecución en un sótano.

Hay que decir, también, que algunas de sus imágenes más efectivas y hermosas no están precisamente relacionadas con el argumento central; por ejemplo, el teatro lleno de perros o el coro de ratas tienen un poder momentáneo y feliz, pero insuficiente. Sin embargo, esto último es algo más bien común en Gaiman, quien tiene la capacidad de iluminar con una sola frase toda una página que de otra manera sería (muy) corriente. Me queda la sospecha de si su mérito como autor se encuentra sobre todo en fragmentos casuales, más para subrayar, con sorpresa las primeras veces, con cansado déjà vu las siguientes, como los que salpican casi toda la serie de Sandman.

Y una gran duda: ¿cuál es el límite para el pretexto de las historias y los temas universales, sobre todo en lo que a predictibilidad respecta? ¿Y en cuanto a su necesidad? El miedo, así como el valor que lo enfrenta, seguirán presentes, pero ¿debe el orden de los factores no afectar el producto indefinidamente? Sobre todo vaya la pregunta para el caso específico de los libros infantiles. Tal vez si se demuestra o comenzamos a creer todos al tiempo en la reencarnación, dejaremos de sobredimensionar la inexperiencia de los niños y de sus ojos sorprendidos de cualquier cosa.

sábado, 28 de mayo de 2011

DAREDEVIL: VOLVER A NACER (1986) - Frank Miller (guión) y David Mazzucchelli (arte)

MATT MURDOCK/DAREDEVIL: Sufro mucho, sufro mucho.

KINGPIN: Soy malo y calculador. Muy malo y muy calculador.

LOS PERSONAJES FEMENINOS: Ayúdame Obi Wan Kenobi… perdón, ayúdame Matt Murdock/Daredevil o el hombre que esté más cerca. No tengo carácter. No me preguntes, sólo soy una víctima.

FRANK MILLER: (voz en off) La realidad es maldad y sufrimiento. Yo he visto su verdadero rostro, conozco su voz, conozco el sonido de sus pasos y el olor de su aliento cuando viene por mí. El realismo es un arma con la que golpear al lector. Al lector le gusta. Yo sé qué es lo que el lector quiere. Yo sé que la mejor manera de convencer es repetir. La narración sabe mi nombre y yo he visto su verdadero rostro, conozco su voz, conozco el sonido de sus pasos y el olor de su aliento cuando viene por mí y me dice, me ruega, que incluya monólogos internos. ¿Ahora cómo resuelvo el lío que armé? Ah, verdad que es una historia de superhéroes: hay que meter explosiones.

KINGPIN: Soy malo y calculador. Muy malo y muy calculador. También soy chambón, pero básicamente malo y calculador.

DAREDEVIL/MATT MURDOCK: Sufro mucho, sufro mucho… Oh, huelo una epifanía.

YO: Un par de ideas que podrían ser interesantes (no quiero decir “buenas” ni “novedosas”: un villano que conoce la identidad secreta del héroe y se decide a destruirlo poco a poco y un héroe que se ve lanzado hasta el fondo y debe recuperarse) resultan saboteadas por un guión terrible. ¿Realismo? Los personajes son insoportables, tan convincentes como los de cualquier culebrón. Si tomaran media decisión inteligente (y el guionista la presentara de una manera menos tediosa) podría haber algo para rescatar. ¿Clásico? ¿Así de mal estaban los cómics de superhéroes en los ochenta?

viernes, 29 de abril de 2011

Joanna Russ (1937-2011)

Me acabo de enterar de la muerte de Joanna Russ (biblio/bio), una de las escritoras clave de la ciencia ficción feminista.

He leí muy poco de Joanna, solo su singular y espectacular novela “El hombre hembra” y algunos cuentos aquí y allá. Sus escritos reflejan muchas de las mejores criticas a la discriminación sexual, y aunque uno no necesariamente tiene que estar de acuerdo con muchas de ellas (yo estoy de acuerdo con la gran mayoría!), estas tienen un enorme poder de reflexión y siempre apuntan al lugar correcto.

Si bien hacía mucho tiempo que había abandonado su actividad como escritora de CF (creo que se dedicaba más a la política y crítica desde los 80s), su influencia en el género, en particular en las personas como yo, con un gran interés en el valor literario de la CF, y que además no se trate a la CF como un género escapista.



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jueves, 10 de marzo de 2011

Y MAÑANA SERÁN CLONES (1977) - John Varley

[Nota: tercera de las cuatro reseñas perdidas.]

Difícil elegir (no más como lector) entre dos títulos horrendos para esta novela. El original, La línea de emergencia [o La línea directa] de Ofiuco (The Ophiuchi Hotline), podría fácilmente ser Las apisonadoras de Arcturus (contra los marcianos tríclopes), y el definitivo en español, con un criterio al traducir que mezcla la titulación del cine (Vengador del futuro, Fugitivo del futuro, etc., haciendo que, dentro de la misma lógica, esta novela parezca Clones del futuro) y una sospechosa alusión a “Todos vosotros zombis” (otro título mal traducido, dígase de una vez), resulta tan impertinente como vago.

Sin embargo, Y mañana serán clones es un buen libro y es fácil entender su inclusión en la selección que hace David Pringle de las cien mejores novelas de ciencia ficción, a pesar de que haya obviado detalles que resultan mucho más interesantes que los que eligió para reseñarla. Aquí volvemos a los Ocho Mundos de los cuentos de La persistencia de la visión, casi doscientos años más tarde (aunque el tiempo, dados los estándares de vida en ese mundo, no se note) y nos enteramos, obviamente, de muchas más cosas que ocurren en el trasfondo de la serie. Cuáles son exactamente los Ocho Mundos sigue siendo un misterio para mí. La humanidad ha sido expulsada de la Tierra por los “Invasores” y, como no ha desarrollado aún la forma de dejar el sistema solar, se ha esparcido por cada uno de los planetas que no le han prohibido (además de la Tierra, no puede acercarse a Júpiter, que es donde ahora viven los Invasores). Los cuentos de la serie en La persistencia se desarrollan en mundos diferentes: “Verano retrógrado” en Mercurio, “En el cuenco” en Venus, “Perdido en el banco de memoria” y “El fantasma de Kansas” en Luna, “Cantad, bailad” en los anillos de Saturno y una de sus lunas y “El paso del agujero negro” en el borde del sistema, más allá de Plutón, aunque hoy seguramente se diría que en el cinturón de Kuiper. (Eso nos resuelve por lo menos cuatro de los mundos.) En la novela, en cambio, se recorre gran parte del sistema solar en busca de respuestas. Y mañana serán clones es una ópera espacial mientras que los cuentos son romances planetarios.

De todos modos la lectura complementaria de cuentos y novela es muy disfrutable y recomendada, a pesar de su diferencia en el tono (podríamos pensar que obligada por la extensión de cada género, pero no necesariamente): la novela es más grandilocuente, en estilo y en historia, y diríamos definitiva dentro de los acontecimientos de los Ocho Mundos. Despista, eso sí, que empieza y rebasa la mitad como una novela de personaje y súbitamente da un giro y se convierte en una carrera por salvar a la especie humana. Queda un saborcito a deus ex máchina que puede ser un poco amargo.

Al principio de la novela vemos una sucesión más bien vertiginosa de clones con sus reflexiones. Esto le permite a Varley narrar la historia desde el punto de vista de un solo personaje que no es siempre el mismo; buena parte de lo interesante está en la conciencia que tiene cada clon de ser igual a la persona clonada pero no totalmente, de ahí que prefieran considerarse parientes antes que iguales. De ese modo, una misma protagonista (pero distinta) siente a la vez amor y antipatía por otro personaje, se enfrenta a distintas circunstancias al tiempo en dos espacios diferentes, o reacciona de forma diferente ante circunstancias más bien parecidas. Incluso siente distintos grados de responsabilidad con los clones que la antecedieron: puede pensar que sus actos deben justificar sus muertes (¿o era al revés?) o puede sentirse totalmente indiferente hacia ellas.

En los Ocho Mundos, la clonación y las otras técnicas de alteración del cuerpo empiezan como ejercicios de pantropía que, a medida que avanzan las historias, cambian el panorama cultural radicalmente. Los cambios que sufre el cuerpo humano son el resultado de la necesidad de adaptarse para sobrevivir al espacio y a las superficies planetarias extrañas. Sin embargo, la manipulación genética está prohibida y es un crimen que se paga con la muerte. Así comienza, justamente, la historia de Lilo, la protagonista de Clones.

Se tiene la sensación de que este es uno de esos libros donde ocurren más cosas que las evidentes y todo es más extraño de lo que se pueda imaginar. De pronto sabemos que en Luna casi todos van desnudos; de pronto, también, que la esterilidad es un atractivo sexual, o que está de moda tener más de dos brazos, o que el personaje de al lado mide menos de un metro. La maleabilidad de los cuerpos (Pringle dixit) ha generado un universo extraño donde el asesinato no es un crimen sino un delito, y uno poco rentable.

Justamente, como decía a propósito de los cuentos, fascinan más los detalles “secundarios” que la misma historia de Lilo y sus seis clones (si no conté mal). Siempre se quisiera saber más de cada uno de los mundos, de los anillanos, de los cazadores de agujeros, de los bebés de azúcar, de trasplantes y operaciones, de cuánto más se puede alterar el cuerpo humano; la complejidad del cuadro es asombrosa e intrincadísima, y Varley domina su información de manera tal que no se resiente ningún discurso como excesivo o innecesario. Es una de las historias del futuro más interesantes con las cuales sea posible toparse, llena de ideas. Sigo sin entender la falta de atención y honor.

martes, 22 de febrero de 2011

En palabras de otros - James Tiptree, Jr. (2)

...Flota, visiblemente saturado, azul y verde en medio de la negrura. Él lo mira con atención: aumenta de tamaño mientras late con un ritmo aterrador y apagado, y expulsa lentamente una masa fantasmal de gran tamaño que se extiende, se solidifica... es un planeta testículo que empuja un pene monstruoso en dirección a las estrellas. El pulso de su sangre resuena a través de las sollozantes inmensidades; frío, frío. El falo tiene parsecs de longitud y vibra, busca a ciegas llevado por una presión intolerable en su interior; su punta es un enorme glande nebuloso iluminado por un destello: la Centauro. Crece, se extiende penosamente, en busca de alivio... las estrellas tañen en un crescendo insoportable...
—James Tiptree, Jr., "A Momentary Taste of Being"

sábado, 19 de febrero de 2011

CATHERINE ASARO (2001) Rosa cuántica

Como mucha gente, confieso que muchas veces el título de alguna novela me impacta mucho y me pone a buscar el libro para leerlo. Eso me paso con Rosa cuántica de Catherine Asaro (bio/biblio), cuyo titulo vi en una lista de los premios Nebula, y de inmediato me llamo la atención (además, si mal no recuerdo, en ese momento, 2001 o 2002 era el último Nebula xD).

Kamoj vive en algún alejado planeta de tradición que parece medieval, aunque por sus nombres y tradiciones, en alguna parte de su historia debieron haber sido ingenieros. Ella es gobernadora de una pequeña provincia y su prometido, Ponteferro, es el gobernador de una poderosa provincia vecina. Pero la relación se distorsiona ante la llegada de un misterioso extranjero, Leostelar, que la toma por esposa, y ello desencadena un alud de acontecimientos que involucra a el viejo imperio galáctico de Eskolia.

La novela no es mala, pero se me hizo un poco vacía, como sin mucho que contar. La situación política que rodea tanto a Kamoj como a Leostelar es bastante retorcida, y a veces, se me hace muy confusa. Así como la unión de la historia del pequeño planeta, el gran imperio, y el problema domestico, es un poco forzada, simplemente, no conectan entre sí. Lo que hace que la historia se como un barco a la deriva que va de aquí para allá y que uno siempre sienta como si estuviera leyendo varios libros distintos.

No se, me imagino esa descripción le gustaría a Asaro, que me sorprendió con un anexo donde explica la novela como un sistema de partículas cuánticas (!!). Para mi, el principal problema de esas novelas “analogía/metáfora” es que la vida real, poco se parece a esas maquinaciones, y el tratar de encasillarla, pues se ve una historia muy deforme, muy antinatural...

Nota lateral: un ejercicio similar, mucho mejor logrado, dado que hay muchas más posibilidades es Las casillas de la ciudad de John Brunner, basada en una partida de ajedrez. Eso si, cuando la métafora sale a la luz, los detalles y circunstancias parecen no cuadrar.

No puedo decir que me desilusione, más bien, que me pareció que es una novela como muy simple y plana como para ganar un Nebula en estos días.


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miércoles, 16 de febrero de 2011

IAIN M. BANKS (1987) Pensad en Flebas

Según algunas personas Pensad en Flebas de Iain M. Banks (bio/biblio) inicio lo que ahora es conocido como “la nueva opera espacial”, que, en palabras de otros (Paul McAuley) el equivalente británico del cyberpunk de US en los 80s. No estoy muy seguro acerca de cualquiera de las dos afirmaciones, pero no importa, porque ciertas o no Pensad en Flebas es una muy buena novela.

Horza un cambiante (un humano que puede cambiar de aspecto físico) es contratado por la raza de los iridianos, unos extraterrestres guerreros y religiosos que se hayan en guerra con la Cultura, una sociedad de humana muy desarrollada, basada en la existencia de poderosas inteligencias artificiales, las mentes. La misión de Horza de hecho es ir por una mente que ha quedado abandonada en un planeta de los muertos. Mientras prepara la misión, la nave de Horza es destruida por la cultura, y Horza debe ingeniárselas para llevar a cabo la misión.

La novela es muy buena, en especial tiene muchas aventuras y detalles técnicos. Ciertamente, Iain exagera un poco con la parte de aventuras, muchas de ellas no le dan ningún aporte a la historia, y su desarrollo es inverosímil, pero en realidad eso no es algo de Iain, y se puede decir, que es parte de lo que constituye, o al menos es aceptable dentro de una opera espacial.

Para ser una novela prácticamente de aventuras, esta muy bien escrita, y el desarrollo de la mayor parte de los personajes es muy bueno, además que Iain logra dar un gran desarrollo a muchos conflictos. Por otro lado, también esta el background del mundo, la guerra es algo más bien lateral a la acción, así como los bandos de la misma, pero se consigue crear ese ambiente y dándonos detalles aquí y allá es posible armar buena parte del universo subyacente.

Es por eso que el apéndice final del libro, con los detalles de la guerra, y lo que le pasa después a los personajes, pues se me hace un agregado completamente inoficioso, y pues totalmente carente de alguna gracia, afortunadamente es tan chimbo que uno rápidamente se olvida de su presencia en la novela, y lo que diga ahí pues ni va, ni viene.

Por cierto! A pesar de que la mayoría de las aventuras, se consiguen salvar de una manera extremadamente poco creíble, y pareciera que los personajes siempre buscaran la solución que generara más problemas, el resultado es muchas veces el esperable si dichas aventuras en realidad resultaran!

Ahora bien, aprovechemos para hablar un poco de la “nueva opera espacial” y las palabras de McAuley, pues digamos estoy de acuerdo en el sentido en que esta “nueva opera espacial” es más post-moderna, ya no son sociedades homogeneas en la galaxia, sino estructuras más anarquicas. Así mismo, hay también pues una ayuda de tener “el futuro” más a la mano. Sin embargo, creo, luego de leer algunos de los autores de esa “nueva” opera espacial, y compararla con la opera espacial de US en esa misma época (Cherryh, Simmons, Sterling, Varley... como me hizo dar cuenta Felipe, en los 80s todos los ganadores de los Hugo en novela, menos uno, son operas espaciales), ambas son muy similares, y además, también muy similares a la “vieja” opera espacial.

Si tengo que decir si hay una diferencia entre la opera espacial británica y la opera espacial estadounidense (sean viejas o nuevas), o quizá más bien, entre la CF británica y la de US, es que una se ancla en los trabajos de tipos como Clarke, Aldiss o Ballard, mientras la otra es descendiente de Asimov y Heinlein.


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martes, 15 de febrero de 2011

LA PERSISTENCIA DE LA VISIÓN (1978) - John Varley

[NOTA: esta es la segunda de las cuatro reseñas perdidas.]

La gana de space opera sofisticado (inercia de venir de leer a Zelazny) y las dos afirmaciones de Delany que rondaban la memoria (que todo lo que hay por saber sobre implantes hay que leerlo en el Waldo de Heinlein y en Varley, y que para entender el cyberpunk es indispensable leer a Varley, a pesar de ser su completo opuesto) me trajeron hasta aquí. Observación general: la edición de Orbis excluye tres cuentos del original en inglés (“Verano retrógrado”, “Incursión aérea” y “El paso del agujero negro”), ve tú a saber las razones.

La primera afirmación de Delany se detiene en suspensivos, por lo menos mientras llega la lectura del Waldo, o de momento sólo digamos que no es tan omnipresente como se esperaba. De todos modos, sólo es una colección, y además incompleta. Sobre la segunda, tal vez quedan más dudas que conclusiones, demostración de que mi definición de cyberpunk y la de Delany difieren.

En realidad, terminé viendo más parecidos que diferencias en ese aspecto y al final fue inevitable relacionar los relatos de Varley sobre los Ocho Mundos con el ciclo Shaper/Mechanist de Sterling, haciendo la aclaración de que la obra de éste es la versión especializada en política y economía del universo de Varley. Por ejemplo, la escena en “El fantasma de Kansas” donde la protagonista explica los recovecos legales de la sucesión entre clones tiene su eco sofisticado en el cuento “Twenty Evocations” de Sterling. Por otro lado, el bajo mundo (sobre todo en “En el cuenco”, con sus ciudades venusinas) se prolongará en las obras de Gibson como un espacio de irrealidades y quebrantamiento de los límites. Cae vencido Varley con respecto a su prosa, poco ambiciosa (¿acaso será la traducción?), y esa es una brecha gigantesca en relación con el cyberpunk; pero el sense of wonder y la complejidad de mundo son deliciosos.

Uno de los mayores placeres de leer los cuatro cuentos de los Ocho Mundos incluidos en esta edición era intentar reconstruir el fondo de todo el tramado, armar una panorámica a partir de detalles secundarios en cada relato. También el encuentro de una de las concepciones de corporeidad más extrañas que haya leído, antecesora de muchas otras posthumanidades (aunque creo que todavía ninguna a ese nivel) y emparentada con la que se encuentra en “El día un millón” de Frederik Pohl: según ella el cuerpo es un punto de confluencia de formas y es múltiple, porque puede alterarse, cambiarse, rejuvenecer o resucitar, clonarse, perder los ojos, los tímpanos y las piernas y remplazarlos con facilidad. Tal vez era a esto a lo que se refería Delany.

En “En el cuenco” la descripción de la atmósfera venusina y las adaptaciones humanas a ella, además de las ciudades disfrazadas con holos, salpicadas aquí y allá por el planeta, y la relación del protagonista con Ascua, la niña, son más interesantes que el argumento aparente, lo cual no es necesariamente una mala cosa. Al final no importa mucho si las piedras que el protagonista busca están vivas o no. Hay un eco de “Collector’s Fever” de Zelazny.

Con “Cantad, bailad”, casi se puede decir que ídem. Es inevitable querer saber más de los simbiontes y la vida en los Anillos (de Saturno), y de la máquina de hacer música de Timbales que del desabrido Jano y sus agentes.

“Perdido en el banco de memoria” y “El fantasma de Kansas”, los dos ambientados en Luna, integran mucho mejor la acción y el espacio. Del primero, aunque haya mucho para celebrar, subrayo el recurso de la visita estudiantil para exponer la información sobre la operación a la que será sometido el protagonista. Del segundo, la relación climática (en más de un sentido) entre la protagonista y uno de sus parientes clones es simplemente antológica.

Los otros dos cuentos (es decir, los que no pertenecen a los Ocho Mundos) tienen también mucho a favor. Como en el caso de Una rosa para el Eclesiastés de Zelazny, el cuento premiado, “La persistencia de la visión” fue el que menos me gustó, y aun así es una muy buena pieza, con algo de Le Guin en su paisaje y en su utopía aparente. Pero tal vez lo más interesante es que se trata de una utopía distópica, en el sentido de que es una isla pequeña e imposible en medio de un mundo que se viene abajo; el contraste es violentísimo y la ocultación de los detalles que componen el mundo exterior (en oposición a la proliferación de detalles sobre Keller, la comunidad de sordomudociegos) está muy bien manejada. Además, como la mejor CF, tiene muchas cosas interesantes que decir sobre el lenguaje y lo que hacemos con él creyendo que lo dominamos. Creo que lo que no lo favorece es estar, al igual que Keller, rodeado por un mundo hostil, aunque no directamente agresivo; en este caso, los otros cinco cuentos.

“En el salón de los reyes marcianos” es un cuento con dos elementos: una colonización forzosa de Marte y una investigación xenológica. Respecto a lo primero, hay que decir que se presiente ya el manejo de personalidades memorables en espacios cerrados que Kim Stanley Robinson llevará al tope con su serie: las relaciones entre sexos, entre especialidades, por el liderazgo, con el paisaje, todo está allí en estado germinal. Extraña mucho que Varley no figure más en las listas de grandes influencias de los escritores de la década siguiente, fueran cyberpunks o humanistas.


P.D. Los cuentos restantes pueden encontrarse, junto con el prólogo perdido de Algis Budrys, en el libro En el salón de los reyes marcianos de la colección Súper Ficción de Martínez Roca. No sobra recordar que las ediciones de Orbis eran reimpresiones de títulos anteriormente publicados por otras editoriales y La persistencia era, originalmente, parte de la misma colección Súper Ficción. Lo que no sabría decir es si la edición de Orbis corresponde exactamente con la de Martínez Roca; de ser así, hay una repetición de cuentos entre La persistencia y En el salón que no tendría justificación, sobre todo si se tiene en cuenta que los tres cuentos que faltan en la primera son tal vez los más cortos y podrían haber estado, junto con los demás, en un mismo volumen. La omisión hace que el lector se pierda una pequeña joya como “Verano retrógrado” que, en pocas palabras, es el punto donde se encuentran la space opera y las soap operas, es decir, los novelones.

viernes, 11 de febrero de 2011

C. J. CHERRYH (1988) Cyteen

Desde hacía un buen tiempo tenía a Cyteen de C.J. Cherryh (bio/biblio) en mi lista de leer pronto. No solo porque en su año, la novela se llevo varios premios, sino que además, siempre aparece en las listas de las Space Opera, o en las de los más importante de los 80s, y nunca había leído nada de C.J.

Una reconocida científica y política de Cyteen, una colonia independiente de Tierra, Ari Emori muere, lo que produce una profunda perturbación política. Sus aliados arrancan en secreto un plan para realizar un clon de ella, aun cuando la tecnología de la clonación no parece ser muy exitosa. Para mantener a distancia a Robert Jordan, un rival político de Ari, su “hijo” es tomado prácticamente como rehén... En realidad, la historía es muy compleja, y hay muchas más cosas de las que se pueden decir aquí.

La novela, es un popurrí de toda clase de ideas de la CF. Clones, aliens, bases espaciales, genética y física muy avanzada, modelos sociales, y todas las cosas que puedan caer en el intermedio. Además de una historía política muy compleja, y llena de detalles aquí y allá. Aún, así, creo, Carolyn (C.J.) logra crear una buena historia, muy entretenida y emotiva, sin que uno sienta que es artificiosa. Y pues el universo creado es bien coherente y con muchisimas lineas para desarrollar.

Aún así, la novela es demasiado larga. Especialmente hacia el final de la historia, cuando el clon de Ari se dedica a leer las memorias de la Ari original, son re-tediosas, y me parece que en muchos aspectos innecesarios, pues los puntos realmente importantes se habían desarrollado en la misma historia, porque tratar una formula nueva? El diario es una mala salida, y pues consume un montón de páginas.

Más allá de las muchas cosas que se sueltan en la historia (como los “azi”) y alguna que otra cosa incoherente (a veces pareciera que los azi son un producto de como se desarrollarón , y otras veces, que la diferencia es genética...), la tensión política que gira alrededor de la historia, es atrapante, y las relaciones entre los personajes y sus reacciones sociales y psicológicas son muy buenas. La interacción social queda plasmada de una forma brutal, donde los pequeños detalles, los gestos son los que llevan la dirección de los encuentros, más que las cosas que pasan o se dicen (que pues como en toda reunión, se trata de ser lo menos explicito posible).

Me gusto bastante, y es otro gran punto en la CF de los 80s :). De los nominados al Hugo del 89, la otra que leí fue Monalisa acelerada de William Gibson, y aunque soy muy fan de William, hubiera votado por la novela de Carolyn. Eso sí, nunca he leído Islas de la red de Bruce Sterling, que es una de esas novelas que me encantaría leer, pero que nunca he podido conseguir.

Creo que solo El sol nuevo de Gene Wolfe e Hyperion/Caída de Hyperion de Dan Simmons le ganan (de las que yo he leído) en cuanto a la complejidad de la historia y desarrollo. Según, me entere hace poco, casi 20 años después de la novela original, ahora se va a publicar la secuela directa de la novela. A mi esas secuelas tan tardías me producen algo de desconfianza, más sobretodo si uno siente que el cierre de la novela es más que adecuado. Como sea, Cyteen por si sola es una excelente novela.

Update
La secuela salió en el 2009 (!!!) y se llama Regenesis.


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martes, 8 de febrero de 2011

Tres respuestas al cyberpunk 3: Aire (2004) de Geoff Ryman

Finalmente me senté a escribir la tercera entrega de las respuestas al cyberpunk. Esta vez con una maravillosa novela, que para mi es no solo la mejor de las tres reseñadas aquí, sino que es una de las mejores novelas de CF que he leído, se trata de Aire de Geoff Ryman (bio/biblio), novela con la que fue nominado al Nebula, y que se llevo el British SF, y el James Triptree.

No más al comenzar descubrimos que estamos ante una novela diferente: la primera pagina de la novela tiene un mapa, el mapa de un villorrio de no más de una docena de casas. En ese pueblito vive Mae, una consultora de belleza, en alguna apartada región de Asia central donde conviven chinos, musulmanes y eloí. Pronto el pueblo se unira a Aire, una forma más poderosa de internet que ha revolucionado el mundo entero.

Dado el setting y los personajes de esta novela, es una cosa única en la CF, en vez de avezados ingenieros, o tecnócratas/negociantes muy bien educados, o aventureros sin par, Geoff nos trae un poco de campesinos ignorantes, muchos de ellos no saben leer, y como tienen que labrar el campo todo el día, apenas si queda espacio para la aventura. Sin embargo, estamos ante CF de la mejor calidad, Geoff muestra una muy vivida situación de una sociedad que de pronto se enfrenta a un cambió tecnológico, con mucha gente que prefiere huir al cambió, y se niega a aceptarlo, a pesar de que no hay vuelta atrás.

Además de eso, todo en esta novela esta muy bien construido, la narrativa, y los personajes se integran de forma completa a la historia. Geoff nos muestra una vez más que la CF no es los personajes vs. la historia vs. el setting. En realidad, el mejor producto no es el que elabora uno de esos elementos, sino el que elabora los tres. Y por eso Aire es especial y sencillamente fantástica.

Ahora bien, esta es una respuesta muy particular al cyberpunk (o quizá mejor, una respuesta a toda la CF). Como había mencionado antes el post-cyberpunk trata de darle un respiro a la clase media generando un futuro más “amigable” de cierta manera, ignoran el reto de William Gibson cuando dijo que Neuromante no era una distopia. Geoff va a ese punto de manera directa, como se vería nuestro mundo en ese futuro ultra tecnológico si fuéramos campesinos? Después de todo, la población que describe Geoff es mucho, pero mucho mayor que la del mundo urbano del cyberpunk. Además, de manera similar a Ian MacDonald (ambos son británicos que han viajado mucho), se fija más en el tercer mundo.

Así, en este mundo de Ryman no tenemos super corporaciones, sino nuevamente gobiernos nacionales (aunque no necesariamente con mucho control), y el escenario ya no es la ciudad, sino una villa de campo. Geoff menciona aquí y allí algunos detalles de las modas y la vida “de la gran ciudad” pero eso es casi como un chisme. De cierta manera lo que le pasa “al mundo”, apenas si afecta al pequeño pueblo de Mae o por el contrario puede tener un efecto catastrófico.

Además, Geoff mueve las cosas a algo más tangible, al punto concreto que es para mi el más importante, y más “realista” en el cyberpunk (y que pues de una manera u otra, es dejado un poco de lado en las otros dos libros que examiné, más no así en los trabajos de Gibson) es el poder de las comunicaciones, y como el negocio alrededor de la conectividad, es el verdadero canal de “futuro.”

Una hermosa novela, y además una muy diferente.


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martes, 1 de febrero de 2011

Tres respuestas al cyberpunk 2: Al final del arco iris (2006) de Vernon Vinge

La segunda respuesta al cyberpunk que voy a mirar viene de una novela de Vernor Vinge(bio/biblio), “Al final del arco iris” que el 2007 gano el premio Hugo a mejor novela, y que también es, en mi opinión, una de las mejores novelas de la década.

Un agente de inteligencia descubre que misteriosamente un día mucha gente que vio un partido en tv, fue a comprar una marca de un lácteo particular, lo que genera una enorme investigación coordinada de los mayores equipos de inteligencia de la tierra, para descubrir que sucede. Entre tanto Robert Gu es revivido, varios años después de que le congelaron ahora que se a encontrado la cura a su alzhaimer. Robert, un eminente poeta (y muy mala persona) encuentra que su nueva vida ya no tiene el talento de antes.

La novela es muy, muy entretenida, tiene continuos cambios de situación, y aunque la trama se desenvuelve muy lentamente, Vernor nos mantiene siempre pendientes con sus personajes, y sobre todo, con el detallado mundo que a creado alrededor. Un mundo donde la “realidad aumentada” esta en su máxima expresión, y todo el mundo utiliza lentes de contacto y “trajes” que te permiten interactuar con el mundo de internet y el mundo real. Más allá del paradigma gibsoniano, la red de Vernor forma un todo y único con el mundo real, y es por eso que es tan poderosa.

Sin embargo, pues Vernor no puede escapar de ser estadounidense. La historia, a pesar de estar ambientada en un mundo globalizado, es muy provinciana y limitada a los lugares comunes dentro US, incluyendo a los típicos soldados de un ejercito donde el bienestar de la nación esta por encima de todo y es parangón de la eficiencia. Otro detalle gringo, todo son genes: el gen de comer tostadas, el gen que hace que me guste el color rojo o el azul, etc. Es curioso, porque el libro a la vez podría verse como un comentario acerca de que somos nosotros quienes nos construimos a nosotros mismos, pero a la vez la trama gira en torno a que somos totalmente manipulables mediante los genes.

Pero aún a pesar de esos detalles, esta tan bien hecha, que no dejan de ser detalles secundarios. Gran novela, y justa ganadora del premio Hugo.

Una cosa que me llamo la atención, es que al igual que en la vieja ciencia ficción, hay un amor por las soluciones absurdas. Parte de la trama gira en torno a la digitalización de los libros (es sin duda una respuesta directa a google books), pero la digitalización se hace destruyendo los libros y luego volviéndolos mediante algoritmos... No se, la sola idea me parece tan impráctica e implausible como los andenes rodantes de Robert Heinlein.

Ahora bien, cual es la respuesta de Vernor al cyberpunk? Alguna vez leí que cuando a William Gibson le preguntaron de la distopia de Neuromante, el dijo que Neruomante no era una distopía, a menos que uno fuera de la clase media norteamericana... Es a esa parte de la población (que es además el mercado de la CF en US) para quienes el cyberpunk era aterrador, y eso genero su respuesta más famosa: el post-cyberpunk, el resultado reaccionario de la clase media. Así, en el post-cyberpunk (como es el caso de Al final...) todo el ambiente tecnológico esta allí, pero en vez de una sociedad derrumbada, es este apoyo tecnológico lo que ha producido una nueva generación más feliz, más prospera, más cerca del “sueño americano.”

La pobreza, en cualquier expresión brilla por su ausencia en Al final..., el mundo es utópico e idílico. Es verdad, no todos tienen mucho dinero, pero todos hacen su trabajo, y viven más o menos bien, hay posibilidades para todos. Aquí, los intereses económicos de las grandes corporaciones brilla por su ausencia, el verdadero problema son las instituciones gubernamentales (en especial, las de países extranjeros).

El post-cyberpunk tiene la ventaja (como también la tenía Ian McDonald en El río de los dioses) de ver el “futuro” un poco más de cerca. A su vez, produce resultados que son más satisfactorios para mucha gente, porque no pone en duda el statu quo de nuestra sociedad ni presente, ni futura. El post-cyberpunk niega de plano al punk, es un producto más para los yuppies. Es por eso que como “movimiento” carece del poder que tenía el cyberpunk, pero sin duda, vende y gusta mucho más.

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viernes, 28 de enero de 2011

Tres respuestas al cyberpunk 1: El río de los dioses (2004) de Ian MacDonald

La primera de las respuesta al cyberpunk que quiero comentar es El río de los dioses, ganadora del British SF 2005, y nominada al Hugo, del escritor británico Ian McDonald (bio/biblio).

La novela cuenta varias historias simultaneas. Por un lado, Nandha un policía encargado de eliminar Inteligencias Artificiales fuera de control, entra a buscar una misteriosa entidad. Aj una extraña joven contacta a Thomas Lull para que le ayude a buscar a sus padres, mientras Lisa Durnau intenta localizar a Thomas, su antiguo socio/amante en la investigación de “vida artificial”, en una misión patrocinada por el gobierno de US. Todo esto ocurre en medio de una larga sequía que azota a la antigua India, fragmentada en varias naciones al borde de la guerra.

El río de los dioses es una gran novela, para mi, esta entre las mejores de la década. Ian logra dar una visión de la India y el futuro que es tremendamente realista, y los personajes son muy bien manejados, y la trama tiene muchas piezas sueltas que ajustan perfectamente en un complejo rompecabezas. Lo curioso, es que a pesar de su complejidad, la historia es muy fácil de seguir, y creo, es porque Ian se enfoca mucho en los personajes, y en que estos hagan cosas de forma convincente, sin recurrir a artificios. Es difícil encontrar una novela así, una donde a pesar de que pareciera que hay una conspiración detrás, los personajes son totalmente autónomos y donde la “conspiración” es más el curso de los acontecimientos.

Por supuesto, la novela tiene algunas cosas que no me gustan. En general, yo pues quizá un poco por mi doble background tanto en sistemas y biología, soy un tanto escéptico a la importancia que muchas veces se le da a la “vida artificial” (autómatas de estado finito), que pues parece maravillar a muchos autores de CF :P ejejej. Pero creo que eso va más en mi forma de ver el mundo, y pues aunque creo que se podría haber desarrollado la novela sin ese elemento, no me disgusta para nada el resultado final ;)

Ahora bien, comparando esta novela con el clásico cyberpunk, pues esta novela puede caracterizarse como una visión cyberpunk, pero desde los ojos del siglo XXI. Muchos de los elementos del cyberpunk siguen presentes, pero la ambientación, ya no es ochentera, sino por el contrario, mucho más actual. Después de leerla, uno siente que esta frente a una versión actualizada de Neuramante de William Gibson, novela con la que tiene muchas deudas, pero aún así su desarrollo y tratamiento es muy original.

Este “cyberpunk” del siglo XXI tiene algunas diferencias con el que lo precedió en los 80s. Si bien las corporaciones continúan con el dominio económico, su corte es más bien similar a las multinacionales actuales, en vez de versiones superpoderosas de la mafia. El poder de los estados nacionales y el nacionalismo sigue vigente. Así mismo, hay un cambio en la selección de personajes, si bien El río... tiene varios personajes marginales, la mayoría de los personajes son o bien de una clase media muy bien educada (científicos, policías de élite), y con algunos personajes en las esferas máximas del poder. Son estos personajes quienes tienen las verdaderas riendas de la historia. Con este cambió, no es posible estar seguro si los son los barrios y los lugares urbanos decadentes son como los que nos regalaron los cyberpunks en sus novelas.

En este punto, no es que la realidad urbana de El río... haya desaparecido. Todo lo contrario, para alguien que ha vivido en el tercer mundo, las calles de la India como las describe Ian, suenan de forma muy familiar. Y eso es muy importante, puesto que en general las novelas más importantes del cyberpunk, ocurren en las grandes ciudades de Europa, US y Asia, pero el verdadero tercer mundo es dejado a un lado.

Así, en esta primera respuesta, El rio... es un update del cyberpunk, una novela que sigue con muchos de los lineamientos del movimiento, pero más cercanos a nuestra sociedad actual, y con un interesante giro al tercer mundo.


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jueves, 27 de enero de 2011

Tres respuestas al cyberpunk 0: Intro

Hace casi 15 25 años se William Gibson publico Neuromante, la novela icono del cyberpunk. Junto al new wave, el cyberpunk es uno de los movimientos más importantes y controvertidos que ha visto al SF. Independientemente que el movimiento le gustara o no a la gente, su impacto fue bien claro, y hoy es posible ver su influencia en la mayor parte de la ciencia ficción, no solo escrita, sino del cine y tv.

El cyberpunk, es un hijo directo de la situación de finales de los 70s y 80s. De cierta manera, es como el equivalente en la SF de lo que el punk fue al rock (aquí y aquí Rudy Rucker pone una historia bien vivida sobre el inicio del cyberpunk!). En todos estos años, las cosas han cambiado un montón, mucha de la tecnología del cyberpunk ya esta aquí, y otra nos parece más bien risible (la “matriz” de Neuromante, parece más el ambiente de Tron (la original) que lo que hoy tenemos como internet... por cierto, hablando de Tron, ahora con la "secuela" me imagino a Gibson re-escribiendo uno de sus cuentos clásicos xD); también la situación social a cambiado, y así como el punk era para los hijos de los obreros desempleados en los 80s, con bandas fuertemente independientes, sus formas actuales (el neo-punk, o el emo) son formas totalmente comerciales dirigidas a una población joven llena de ipods, celulares e internet.

Esos cambios, como no, se ven reflejados en la literatura actual, para muchos, la principal respuesta al cyberpunk ha sido el “post-cyberpunk.” Yo alguna vez escribí que J.G. Ballard era un post-cyberpunk anterior al cyberpunk mismo, aunque seguro esta más cerca de los cyberpunks de que los posts. Pero hay otras maneras de responder al cyberpunk. En esta “serie” de reseñas, escogí 3 novelas de la última década, no se si son las mejores representantes de lo que quiero mostrar, pero son las que he leído más recientemente, y además son, en mi opinión 3 de las mejores novelas de la década, cada una se puede mirar como una respuesta particular al cyberpunk, respuestas muy distintas entre si, y creo que por eso vale la pena darles una ojeada en torno a un tema en particular!

Quizá convendría dar una especie de definición, más bien temática de lo que es el cyberpunk, para contextualizar las respuestas. Esto no quiere decir que todos los trabajos del cyberpunk cumplan con todas estas características, pero pues creo que sirven de guía.
  1. El mundo esta dominado por corporaciones o compañias que aglomeran varios sectores económicos diversos, y cuyos intereses van más allá de los estados nacionales. El interior de dichas corporaciones suele ser misterioso y muy sectario, con toda clase de intrigas, facciones y diferentes niveles de corrupción en su interior.
  2. Los estados nacionales, no tienen prácticamente ningún poder político o social. Excepto quizá el mantenimiento del aparato militar de las grandes potencias.
  3. La sociedad esta dividida en dos grandes grupos, quienes pertenecen a las corporaciones, con contratos prácticamente vitalicios, que viven aislados del resto del mundo; el segundo grupo, es en general gente que se gana la vida con trabajos más bien informales, no ligados directamente a las corporaciones o como contratistas de estas, muchos de esos trabajos son ilegales, y fuertemente ligados a todo tipo de mercados negros. La mayor parte de los personajes pertenecen al segundo grupo, la gente marginal.
  4. El sector de las comunicaciones esta dirigido a todo el público. Dominan entretenimientos como los realities, y la vida de las super-estrellas. Internet es más una especie de espacio de realidad virtual, que sigue de forma paralela al mundo real, con objetos y formas “tangibles” en esa realidad. A pesar de ser una tecnología ubicua, su dominio es bastante limitado, a geeks como los hackers (al parecer, para el resto de la gente, les es indiferente).
  5. Grandes avances en el desarrollo de tecnologías médicas, tanto hormonales como protéticas. Dicho acceso es restringido, lo que genera un enorme mercado negro.
  6. Muchas drogas y prostitución, en todos los niveles.
Estos son como los puntos comunes que yo más o menos he identificado, como dije antes, hay novelas o historias donde varios de estos puntos son ignorados o modificados, pero de una forma los voy a usar como el marco de referencia en el cual comparar las novelas cuyas reseñas publicare en los próximos días!

Update
Las tres respuestas:


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