jueves, 14 de julio de 2011

En palabras de otros - Michael Moorcock

El Hombre y un par de amigos fueron los primeros en llegar.

—Supuse que podía considerarme invitado —dijo El Hombre mientras se quitaba el pesado impermeable. Llevaba una chaqueta de pana verde de cuello alto y calzones apretados. Parecía un gibón.

El aluvión había comenzado ya, y los invitados suspicaces estudiaban la atmósfera del sitio antes de aflojarse. Había lesbianas turcas y persas, de enormes ojos de hurí, como gatas tristes, castradas; sastres franceses; músicos alemanes; mártires judíos; un tragafuegos oriundo de Suffolk; un improvisado cuarteto de voces masculinas de la última base norteamericana en Inglaterra, el Columbia Club, de Lancaster Gate; dos obesas mojigatas; Hans Smith de Hamstead, el Último de los Intelectuales de Izquierda, la Mente Microfilm; Shades; catorce traficantes de la misma mercancía y todos de Portobello Road, las caras hundidas bajo el peso de las decepciones; un pulidor polaco a la francesa y sin empleo, traído por uno de los traficantes; un grupo pop llamado The Deep Fix; un grupo pop llamado Les Coques Sucres; un negro muy alto; un veterinario jorobado de nombre Marcus; la muchacha sueca y un adolescente suculento; tres periodistas que acababan de dispensar unos áureos apretones de mano; la Pequeña Señorita Dazzle, a quien uno de ellos había descubierto en El Vino buscando al señor Crookshank; un irlandés llamado Podles; el director literario del Oxford Mail y su hermana; veintisiete miembros de la Brigada Especial; un heterosexual; dos niños pequeños; el difunto gran Charlie Parker, recientemente llegado de México bajo el alias de Alan Bird (había estado curándose durante varios años); un psiquiatra hosco de Regent Park llamado Harper; muchísimos físicos, astrólogos, geógrafos, matemáticos, astrónomos, químicos, biólogos, músicos, monjes de monasterios disueltos, brujos, putas retiradas, estudiantes, griegos, procuradores; un albino autocompasivo; un arquitecto; casi todos los alumnos de la escuela integral local, que habían acudido al oir el alboroto; casi todos sus maestros; el jardinero de un mercado; menos de un neozelandés; doscientos húngaros que habían Elegido la Libertad y la oportunidad de ganar dinero fácil; un viajante de máquinas de coser; las madres de doce de los niños de la escuela integral; el padre de uno de los niños de la escuela integral, aunque él no lo sabía; un carnicero; otro Hombre; una Persona Desplazada; un pequeño pintor; y varios centenares de otros individuos no inmediatamente identificables.
—Michael Moorcock, El programa final (trad. Matilde Horne)

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