lunes, 6 de julio de 2009

Soy leyenda (Película basada en la novela de Richard Matheson)

Para completar la referencias a Soy leyenda de Richard Matheson, que he hecho esta semana, como no, decidí ver, después de muchos intentos, la taquillera versión protagonizada por Will Smith.

Curiosamente, la pelí se parece más a 28 días después, o a otras pelís de zombies, que al libro de Matheson. En la novela, hay varias clases de vampiros, algunos de los cuales logran mantener cierto nivel de raciocinio, como su ex-vecino Cortman, además de temer a muchos de los cliches típicos de los vampiros (y eso es parte de la gracia). En la pelí los vampiros no son más que vulgares zombies con superpoderes físicos (como saltos astronómicos, resistencia física a los golpes, y fuerza descomunal), no hay temor al ajo, las cruces, o los ataques con estacas. En el libro Neville esta siempre escuchando sus gritos y ruidos en la noche alrededor de su casa, en la pelí, su refugio esta oculto de las hordas de vampiros.

En el libro, Neville esta deseperado de la soledad, y todas sus noches son un combate con los recuerdos, y se netrega al alcohol tratando de huir. Aquí Neville parece llevar una vida normal, y no es hasta que muere el perro que se desespera. La verdad, eso es un punto muy flojo de la pelí, nunca se convence uno, ni con los flashbacks, que Neville esta deseperado. Por cierto, mientras la muerte de la familia de Neville en la pelí es un accidente, en el libro, parte de la angustia de Neville, es recordar como murieron en la epidemia.

Y por supuesto, el libro tiene su lógica, pero no es un final feliz que guste a los tíos de Hollywood, así que se inventaron un final alternativo altamente estúpido.

Lo gracioso, es que con un presupuesto millones de veces superior, y usando más tecnología y CG, no logran el efecto de 28 días después de la ciudad abandonada (Boyle filmo esas escenas al amanecer, y pedía a los pocos transeúntes que esperaran un poco mientras hacia la toma). Quizá sea porque por muy avanzadas que sean los CG, uno de base sabe que no son reales, mientras que en las escenas de 28 días, uno sabe que ese es Londres...

Así que aún ignorando que se trata de una pésima adaptación (es decir, tratando de verlo desde el punto de vista del montón de gente que no leyo el libro), tampoco consigue ser una buena pelí de zombies.

Por cierto, el DVD tiene unos 4 "comics animados" del tipo de los que se hacen en flash. Uno es sobre una chama en Hong Kong, que es bien lujubre, más por la música. Otro es uno que ocurre en Denver, es re-estupido, y re gringo. El tercero ocurre en "algún lugar de centro américa", y pues no se le ve mucha gracia, y el último, que se llama "el refugio" (es en India) es el mejor, yo dije, "huy este parece que si se baso en el libro de Matheson, y no en la pelí" (como los otros)... y cuando apareció de quien era, fue obvio que era así: el guión era de Orson Scott Card.



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sábado, 4 de julio de 2009

En palabras de otros - Thomas M. Disch (3)

[Hoy se conmemora un año de la muerte de Thomas Disch.]
La ciencia ficción ha estado sometida a un mandato tácito según el cual sus autores deben crear una especie de futuro consensual, un mapa que conjugue aquello considerado como deseos comunes con aquello que se teme colectivamente. La visión de la generación Asimov-Heinlein era la de un universo risueño a la Buck Rogers, con sus viajes espaciales y una expansión económica infinita; un paisaje imaginario que reflejara los ideales socioeconómicos de los Estados Unidos entre 1948 y 1962.

El siguiente futuro consensual, el de la Nueva Ola, rayó con graffitis las edificaciones que había heredado. En El sueño de hierro, Norman Spinrad reimaginaba la obra de Heinlein a través de los ojos de Adolf Hitler. El temor a la bomba y el recelo hacia el Sistema estaban a la orden del día. Pero en cuanto a la tarea esencial de crear la visión o el estilo de un periodo —establecer imágenes como el cohete, el robot, la Ciudad Gótica de rascacielos art deco— la Nueva Ola tendría calificaciones cercanas a cero. La revista New Worlds, editada por Michael Moorcock, promovía una especie de arte pop compuesto por montajes de Carnaby Street con la afirmación de iconos pop ya existentes, como las señales de las autopistas y los empaques de productos. Pero el arte pop celebraba imágenes que ya eran retro en su propia época; en los sesentas, el "futuro" sólo existía entre comillas, como una forma de camp y una fe abandonada. Ese "futuro" de anticuario quedó tipificado por la portada de la Science Fiction Encyclopedia de 1979, donde un transatlántico era arrastrado por la corriente en dirección a un derruido Empire State Building, bajo un melón gigante que, bien visto, podía ser la luna. Para el escritor de la Nueva Ola de los sesentas, el paisaje característico del futuro estaba compuesto por las ruinas de lo que había sido soñado en los treintas y los cuarentas.

La siguiente generación es la de los Cyberpunks, cuya obra aún se produce y por lo tanto está fuera de las posibilidades de una retrospectiva apropiada. Sin embargo, algo que se puede decir desde ahora es que han creado un futuro consensual definido, con una apariencia propia, una apariencia adoptada conscientemente de los escenarios de Hollywood, en especial los de Blade Runner, y de las gráficas computarizadas. Es una apariencia original que puede ser vista como una afirmación del graffiti que los autores de la Nueva Ola trazaron por toda la ciudad del futuro que habían heredado, como si dijeran: "Pues sí, el futuro es una porquería, buena parte está en pésimo estado, y lo que queda es sobre todo una ilusión electrónica, pero también es posible disfrutarlo mientras dure".
—Thomas M. Disch, "Big Ideas and Dead-End Thrills: The Further Embarrassments of Science Fiction"