[Nota: tercera de las cuatro reseñas perdidas.]
Difícil elegir (no más como lector) entre dos títulos horrendos para esta novela. El original, La línea de emergencia [o La línea directa] de Ofiuco (The Ophiuchi Hotline), podría fácilmente ser Las apisonadoras de Arcturus (contra los marcianos tríclopes), y el definitivo en español, con un criterio al traducir que mezcla la titulación del cine (Vengador del futuro, Fugitivo del futuro, etc., haciendo que, dentro de la misma lógica, esta novela parezca Clones del futuro) y una sospechosa alusión a “Todos vosotros zombis” (otro título mal traducido, dígase de una vez), resulta tan impertinente como vago.
Sin embargo, Y mañana serán clones es un buen libro y es fácil entender su inclusión en la selección que hace David Pringle de las cien mejores novelas de ciencia ficción, a pesar de que haya obviado detalles que resultan mucho más interesantes que los que eligió para reseñarla. Aquí volvemos a los Ocho Mundos de los cuentos de La persistencia de la visión, casi doscientos años más tarde (aunque el tiempo, dados los estándares de vida en ese mundo, no se note) y nos enteramos, obviamente, de muchas más cosas que ocurren en el trasfondo de la serie. Cuáles son exactamente los Ocho Mundos sigue siendo un misterio para mí. La humanidad ha sido expulsada de la Tierra por los “Invasores” y, como no ha desarrollado aún la forma de dejar el sistema solar, se ha esparcido por cada uno de los planetas que no le han prohibido (además de la Tierra, no puede acercarse a Júpiter, que es donde ahora viven los Invasores). Los cuentos de la serie en La persistencia se desarrollan en mundos diferentes: “Verano retrógrado” en Mercurio, “En el cuenco” en Venus, “Perdido en el banco de memoria” y “El fantasma de Kansas” en Luna, “Cantad, bailad” en los anillos de Saturno y una de sus lunas y “El paso del agujero negro” en el borde del sistema, más allá de Plutón, aunque hoy seguramente se diría que en el cinturón de Kuiper. (Eso nos resuelve por lo menos cuatro de los mundos.) En la novela, en cambio, se recorre gran parte del sistema solar en busca de respuestas. Y mañana serán clones es una ópera espacial mientras que los cuentos son romances planetarios.
De todos modos la lectura complementaria de cuentos y novela es muy disfrutable y recomendada, a pesar de su diferencia en el tono (podríamos pensar que obligada por la extensión de cada género, pero no necesariamente): la novela es más grandilocuente, en estilo y en historia, y diríamos definitiva dentro de los acontecimientos de los Ocho Mundos. Despista, eso sí, que empieza y rebasa la mitad como una novela de personaje y súbitamente da un giro y se convierte en una carrera por salvar a la especie humana. Queda un saborcito a deus ex máchina que puede ser un poco amargo.
Al principio de la novela vemos una sucesión más bien vertiginosa de clones con sus reflexiones. Esto le permite a Varley narrar la historia desde el punto de vista de un solo personaje que no es siempre el mismo; buena parte de lo interesante está en la conciencia que tiene cada clon de ser igual a la persona clonada pero no totalmente, de ahí que prefieran considerarse parientes antes que iguales. De ese modo, una misma protagonista (pero distinta) siente a la vez amor y antipatía por otro personaje, se enfrenta a distintas circunstancias al tiempo en dos espacios diferentes, o reacciona de forma diferente ante circunstancias más bien parecidas. Incluso siente distintos grados de responsabilidad con los clones que la antecedieron: puede pensar que sus actos deben justificar sus muertes (¿o era al revés?) o puede sentirse totalmente indiferente hacia ellas.
En los Ocho Mundos, la clonación y las otras técnicas de alteración del cuerpo empiezan como ejercicios de pantropía que, a medida que avanzan las historias, cambian el panorama cultural radicalmente. Los cambios que sufre el cuerpo humano son el resultado de la necesidad de adaptarse para sobrevivir al espacio y a las superficies planetarias extrañas. Sin embargo, la manipulación genética está prohibida y es un crimen que se paga con la muerte. Así comienza, justamente, la historia de Lilo, la protagonista de Clones.
Se tiene la sensación de que este es uno de esos libros donde ocurren más cosas que las evidentes y todo es más extraño de lo que se pueda imaginar. De pronto sabemos que en Luna casi todos van desnudos; de pronto, también, que la esterilidad es un atractivo sexual, o que está de moda tener más de dos brazos, o que el personaje de al lado mide menos de un metro. La maleabilidad de los cuerpos (Pringle dixit) ha generado un universo extraño donde el asesinato no es un crimen sino un delito, y uno poco rentable.
Justamente, como decía a propósito de los cuentos, fascinan más los detalles “secundarios” que la misma historia de Lilo y sus seis clones (si no conté mal). Siempre se quisiera saber más de cada uno de los mundos, de los anillanos, de los cazadores de agujeros, de los bebés de azúcar, de trasplantes y operaciones, de cuánto más se puede alterar el cuerpo humano; la complejidad del cuadro es asombrosa e intrincadísima, y Varley domina su información de manera tal que no se resiente ningún discurso como excesivo o innecesario. Es una de las historias del futuro más interesantes con las cuales sea posible toparse, llena de ideas. Sigo sin entender la falta de atención y honor.
jueves, 10 de marzo de 2011
Y MAÑANA SERÁN CLONES (1977) - John Varley
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