Había una bomba en la Leystrasse, nivel cuarenta y cinco, justo en frente de Flores y Regalos Bagatelle, a unos cien metros del paseo de Prosperity Plaza.
—Soy una bomba, —les decía la bomba a los transeúntes.— Voy a explotar en cuatro horas, cinco minutos y diecisiete segundos. Tengo un poder equivalente a cincuenta mil toneladas inglesas de trinitrotolueno.
Un pequeño nudo de gente se apretó para verla.
—Voy a estallar en cuatro horas, cuatro minutos y treinta y siete segundos.
Algunas personas comenzaron a sentirse preocupadas a medida que la bomba hablaba. Recordaron que tenían asuntos pendientes en otra parte y se fueron, un buen número hacia los trenes que iban rumbo a King City. Un poco más tarde, los trenes se llenaron y hubo muchos empujones.
La bomba era un cilindro metálico de un metro de alto y dos metros de largo, montado sobre cuatro ruedas giratorias. Sobre el cilindro había cuatro cámaras de televisión que hacían observaciones lentas de noventa grados. Nadie pudo recordar cómo había llegado a donde estaba. Se parecía a las máquinas municipales encargadas de limpiar las calles; tal vez por eso nadie se había dado cuenta.
—Estoy clasificada en los cincuenta kilotones, —dijo la bomba con algo de orgullo.
Alguien llamó a la policía.
—John Varley, "Bagatelle"
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