lunes, 6 de septiembre de 2010

Ganadores del premio Hugo 2010

El sábado pasado se entregaron los premios Hugo en la 68ª Worldcon (qué vértigo) que tuvo lugar en Melbourne, Australia. Así quedaron:

Novela
The City & The City, China Miéville
The Windpu Girl, Paolo Bacigalupi

Novela corta
"Palimpsest", Charles Stross

Novelita
"The Island", Peter Watts

Cuento
"Bridesicle", Will McIntosh

Narración gráfica (por ponerle un nombre)
Girl Genius, Vol. 9, Kaja y Phil Foglio

Presentación dramática (largometraje)
Moon, dir. Duncan Jones

El principal y casi único comentario es con respecto a las novelas ganadoras. Esta es apenas la tercera vez en casi sesenta años que el principal premio se entrega a dos libros. La primera vez fue en 1966 con "...Llámame Conrad" de Roger Zelazny (más conocida en su versión larga como Tú, el inmortal) y Duna de Frank Herbert, lo que se debió a que las categorías no estaban entonces definidas como hoy, dando pie a que una novela corta (la de Zelazny) figurara como novela. La segunda vez fue en 1993 con El libro del día del juicio de Connie Willis y Un fuego sobre el abismo de Vernor Vinge. Algo que hay que decir al respecto es que en esas otras dos ocasiones se premiaron novelas que, con el tiempo, pasarían a ser clásicos imprescindibles para entender a la CF; sin querer implicar superstición, ya veremos qué ocurre con las ganadoras de este año.

Sin embargo, la diferencia ante las cuatro ganadoras del pasado es que esta vez sólo una de ellas es CF (The Windup Girl) y la otra es fantasía (la de Mieville), cosa que me parece perfectamente apropiada para cerrar así diez años durante los cuales los premios estuvieron uniformemente repartidos entre los dos géneros: por un lado, Un abismo en el cielo de Vinge, Homínidos de Sawyer, Spin de Wilson, El sindicato de policía yiddish de Chabon y Al final del arcoiris de Vinge y, por el otro, Harry Potter y el cáliz de fuego de Rowling, American Gods de Gaiman, Paladín de almas de Bujold, Jonathan Strange y el señor Norrell de Clarke y El libro del cementerio de Gaiman.

De alguna manera era un premio cantado, resultara ganadora la una o la otra. Cada una venía de recibir una retahíla de premios: Windup tenía ya el Nebula, el Campbell Memorial y el Locus a primera novela, mientras que The City tenía el Clarke, el British SF y el Locus a novela de fantasía, además de estar nominada para el World Fantasy.

Por otra parte, en la categoría de novela corta yo sabía que ganaba Stross porque ese día me desperté con ganas de leer "Palimpsest", y en la categoría de narración gráfica creía, por las mismas razones que Salvador, que el ganador fijo era Gaiman con su Batman y por eso estaba preparando mi reseña, pues al final fue lo único que leí este año de entre la lista larga de nominados.

domingo, 22 de agosto de 2010

En palabras de otros - Zoran Živković

¿Acaso existe una señal más evidente del propio envejecimiento que cuando uno no se percata de que se le ha acercado en un banco del parque una mujer así?
—Zoran Živković, Cámara oculta
(trad. Gloria Blažanović)

miércoles, 4 de agosto de 2010

El origen (2010, película)

En estos días donde todo es la parte 3 o el remake de alguna pelí o serie de mi infancia, o donde las historias originales son en realidad la misma historia pero con grandes efectos especiales, es muy bueno ver una pelí que no solo tenga un argumento original, o grandes efectos, o sea una buena pelí de acción, si que también tenga una buena historia!

El origen (The inception), trata la historia de Cobb es un espía industrial muy particular, su trabajo consiste en penetrar robar ideas desde un sueño. Y recibe un trato muy tentador, el de poder reunirse de nuevo con su familia si en vez de robar una idea, es capaz de imprimir una en la victima (de ahí el nombre de la pelí).

Me gusto bastante la pelí, la trama es bastante compleja, con cambios continuos de ritmo, pero en general, es posible seguir la historia. Las actuaciones son muy buenas, en especial la de Leonardo DiCaprio, quien seguro aprovecho que su personaje es muy similar al que realizó en Shutter island (La isla siniestra) de hecho hay una gran cantidad de coincidencias entre las dos pelís (si bien, la una es un thriller psicológico, el origen es a la vez una pelí de CF).

Otra pelí con la que vale la pena comparar, es con el drama CF de la década pasada El brillo eterno de una mente sin recuerdo, que maneja un tema más o menos similar. En ambas pelís, en todo momento se juega con la concepción de la realidad y el tiempo de los espectadores. Si bien, El origen esta enfocada más a la acción, El brillo eterno... es mucho más coherente, en especial, a la hora de fabricar los recuerdos es mucho más realista, pues aunque el origen tiene ideas interesantes (y otras salidas muy del tipo Matrix, es decir, sin una motivación lógica) salvo algunos detallitos aquí y allí uno no tiene la sensación de estar en un sueño, parece más bien algo de realidad virtual (me acorde de kill switch, un cápitulo de x-files escrito por William Gibson) que , los sueños que los humanos tenemos suelen ser muy poco coherentes y más bien confusos. Los sueños del origen son demasiado coherentes para ser un sueño "real". A su vez, los viajes al subconsciente cada vez más profundo son más naturales: recuerdos infantiles, traumas, etc.

Cuando regrese a Tucumán revisare la pelí Paprika, un anime relacionado también con los sueños.

En general, una buena pelí, es de las mejores de CF holliwoodense de los últimos años, creo que a quienes les gusta Philip K. Dick, o la trilogía del ensanche de William Gibson la van a encontrar muy entretenida! Recomendada.

Pd. Agradecimiento especial a Adriana, Facundo, Lucho y Leonardo por el aguante hasta el último segundo en el cine ;).


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viernes, 18 de junio de 2010

José Saramago (1922-2010)

Murió el escritor portugués José Saramago, famoso en primer lugar por haber ganado el Nobel en 1998, en segundo lugar por algunas opiniones más o menos afortunadas y en tercer lugar porque, a raíz de lo anterior, tal vez alguien lo leyó. Hace muchos años tuve un profesor bastante mediocre, de cuyo nombre me acuerdo a veces, que leía sólo a los ganadores del Nobel y que declaró que Saramago sería, con el paso del tiempo, "un coloso". No me atrevo a decir que es así (de pronto no todavía), pero sí pareciera que en algunos aspectos, no siempre literarios, su figura llegó a ser imprescindible.

Cada año en octubre, cuando se anuncia el nuevo ganador del Nobel de Literatura, algunos miembros de la comunidad de la CF con memorias cortas o una grandísima capacidad de asombro vuelven a preguntarse por qué ningún escritor del género ha ganado el premio y cuáles serían, de entre quienes al menos respiran así mucho ya no escriban, los mejores candidatos que tenemos para ofrecer. Una reacción igual de común con que suelen encontrarse es la que recuerda que algunos de quienes han ganado el premio han cometido de cuando en cuando fantasía o ciencia ficción, de lo que Saramago tal vez podría ser el mejor ejemplo.

El último cuento de su libro Casi un objeto (1978), titulado "Cosas", es una distopía con un inevitable aire huxley-orwelliano, aunque tiene algo de fábula que la distancia de esos clásicos y le da cierta atemporalidad. En 1982 publicó Memorial del convento, que es una bellísima fantasía histórica y mi novela favorita de entre las que he leído de él. De 1986 es La balsa de piedra, otra fantasía, y de 1989 Historia del cerco de Lisboa, que tiene elementos de ucronía. Ensayo sobre la ceguera, de 1995, es una catástrofe que, en palabras de un conocido de tiempo atrás, es una versión sofisticada de El día de los trífidos de Wyndham. Es su novela más conocida por ser la que estaba más a la mano cuando le correspondió el Nobel, aunque el año del premio publicara Todos los nombres, una fantasía burocrática a la Kafka. Después vendrían La caverna (2000), una fábula sobre el terror de los centros comerciales, que se adelantaría en seis años al Kingdon Come de Ballard (quien, sin embargo, seguiría siendo el autor más apropiado para el tema), y El hombre duplicado (2002) y Las intermitencias de la muerte (2005), a medio camino entre la fantasía y la CF. Podríamos incluir también el Evangelio según Jesucristo (1991) y la última, Caín (2009), como fantasías o ucronías bíblicas, o, si queremos, riffs metaficcionales.

Creo que era Robert Silverberg, al hablar de Harlan Ellison, quien decía que había ciertos autores cuyos textos tenían una voz narradora tan característica que resultaba inevitable hacer de cuenta que eran ellos mismos quienes nos hablaban siempre, porque su presencia detrás del relato era tan fuerte que saltaba a un primer lugar. Ocurre así con Saramago, y aunque hay veces en que su voz y sus reflexiones tienen algo regañón, sermoneador, como narraciones sus obras también son notables y sus historias pueden ser razón suficiente para seguir adelante. Otra de sus famas es su estilo de frases largas con poca puntuación. Saramago utilizaba sólo comas y puntos, más las primeras que los segundos, y en alguna ocasión pensé que así serían los libros de la biblioteca de Babel, escritos todos con los mismos veinticinco caracteres. Su estilo de narración podría definirse como uno donde el narrador omnisciente anula a todos los demás personajes posibles, un libro donde no hay más que la voz del narrador, o que es puro narrador.

Pero, en rigor, habría que decir que sus novelas son parábolas antes que nada. Todas ellas están llenas de reflexiones y son una dicha para las personas a las que les gusta leer los libros en busca de frases citables, tal vez porque piensan que la narración es más un medio que un fin en sí misma. Pertenece a la misma estirpe de Kafka y Calvino, quienes habían recurrido a formas como la alegoría y la exégesis, que no excluyen lo didáctico, con el fin de atrapar (o, al menos, intentar atrapar) esa niebla que se llamó vida moderna y que fue fijación insuperable del siglo XX.

sábado, 12 de junio de 2010

En palabras de otros - Neal Stephenson

Frente a la casa del condestable Moore una gran cabalina, que por su tamaño y masa parecía algo entre un percherón y un pequeño elefante, permanecía estólidamente de pie. Era el objeto más sucio que Nell había visto en su vida: sólo la suciedad incrustada debía de pesar cientos de kilos y evocaba el aroma de la tierra en la noche y del agua estancada. Un fragmento de una rama de moral, todavía con hojas y un par de moras, se había quedado atrapado en una articulación entre dos trozos de metal, y una larga cuerda de milenrama colgaba de uno de los tobillos.

El condestable estaba sentado en medio del bosquecillo de bambúes, envuelto en una armadura de hoplita, igualmente sucia y marcada, que era dos veces más grande que él y que hacía que su cabeza descubierta pareciese absurdamente pequeña. Se había arrancado el yelmo y lo había arrojado al estanque, donde flotaba como el casco abierto de un acorazado. Tenía aspecto demacrado y miraba ausente, sin parpadear, a la kudzú que conquistaba lenta pero inexorablemente a la glicina. Tan pronto como Nell vio su cara le preparó algo de té y se lo llevó. El condestable cogió la pequeña taza de alabastro con sus manos de armadura que podían haber roto piedras como si de rebanadas de pan se tratase. Los gruesos cañones de las armas montadas sobre los brazos del traje estaban quemados en el interior. Cogió la taza de las manos de Nell con la precisión de un robot quirúrgico, pero no se la llevó a los labios, quizá temiendo que podría, por el cansancio, calcular mal la distancia e inadvertidamente destrozar la porcelana contra su mandíbula o, incluso, decapitarse. Tan sólo sostener la taza, observando cómo subía el vapor, parecía calmarlo. Los agujeros de su nariz se dilataron una vez, luego otra.
—Neal Stephenson, La era del diamante
(Trad. Pedro Jorge Romero)

viernes, 4 de junio de 2010

El mejor año en la historia de la CF

Todo comienza en io9. Pero ahora Mark R. Kelly de Locus se pregunta cuál ha sido el mejor año para la ciencia ficción, según se refleja en los libros publicados. Hace poco comentábamos que tal vez los 80 fuera una de las mejores décadas, sin embargo, hay que admitirlo, resolver la cosa en décadas con un género cuya presencia firme es relativamente joven no es tan difícil.

La lista que compila Kelly tiene un gran número de clásicos. Si acaso no se le encuentra la gracia, y la verdad es que más bien no la tiene, a establecer cuál es el año mágico en que la ciencia ficción alcanzó alguna especie de culmen estadístico (mayor número de buenas novelas —y nótese, una vez más, que las listas de esta clase se componen únicamente con novelas—), por lo menos vale como lista de buenas razones para leer CF.

Los años "finalistas" son:

1950
Crónicas marcianas, Ray Bradbury
Yo, robot, Isaac Asimov
El viaje del Beagle Espacial/Los monstruos del espacio, A. E. Van Vogt
La tierra moribunda, Jack Vance
Persecución cósmica, Hal Clement

1953 (en Las 100 mejores novelas de ciencia ficción, David Pringle ya había llamado la atención sobre este año)
El fin de la infancia, Arthur C. Clarke
Más que humano, Theodore Sturgeon
El hombre demolido, Alfred Bester
Fahrenheit 451, Ray Bradbury
Fundación, Isaac Asimov
Mercaderes del espacio, Frederik Pohl y C. N. Kornbluth
Lo que el tiempo se llevó, Ward Moore
Los hombres paradójicos, Charles Harness
Un anillo alrededor del sol, Clifford D. Simak

1968
Todos sobre Zanzíbar, John Brunner
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick
Campo de concentración, Thomas M. Disch
2001: Odisea espacial, Arthur C. Clarke
El vuelo del dragón, Anne McCaffrey
Pavana, Keith Roberts
Rito de iniciación, Alexei Panshin
Nova, Samuel R. Delany
Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin
The Underpeople, Cordwainer Smith
El último unicornio, Peter S. Beagle
La tercera oportunidad, R.A. Lafferty
Picnic en Paraíso, Joanna Russ
El programa final, Michael Moorcock
Informe sobre probabilidad A, Brian W. Aldiss
Synthajoy, D.G. Compton
La última astronave de la Tierra, John Boyd
Black Easter, James Blish
Las máscaras del tiempo, Robert Silverberg
Ciudad de ilusiones, Ursula K. Le Guin
Maxwell al cuadrado, Clifford D. Simak

1972
Muero por dentro, Robert Silverberg
El libro de los cráneos, Robert Silverberg
Los propios dioses, Isaac Asimov
334, Thomas M. Disch
El rebaño ciego, John Brunner
La quinta cabeza de Cerbero, Gene Wolfe
Apolo y después, Barry N. Malzberg
El sueño de hierro, Norman Spinrad
Again, Dangerous Visions, Harlan Ellison, ed.

1985
El juego de Ender, Orson Scott Card
El cuento de la criada, Margaret Atwood
Música en la sangre, Greg Bear
Cismatrix, Bruce Sterling
El cartero, David Brin
El eslabón perdido, Michael Bishop

1992 (me gusta como se ve este)
Marte rojo, Kim Stanley Robinson
Snow Crash, Neal Stephenson
El libro del Día del Juicio Final, Connie Willis
Un fuego sobre el abismo, Vernor Vinge
Playa de acero, John Varley
China Mountain Zhang, Maureen F. McHugh
Quarantine, Greg Egan

2004
El río de los dioses, Ian McDonald
El atlas de las nubes, David Mitchell
La conjura contra América, Philip Roth
Aire, Geoff Ryman

Dos comentaristas sugieren:

1956
Tigre, tigre, Alfred Bester
Estrella doble, Robert A. Heinlein
La hora de las estrellas, Robert A. Heinlein
To Live Forever, Jack Vance
El sol desnudo, Isaac Asimov
La ciudad y las estrellas, Arthur C. Clarke
La muerte de la hierba, John Christopher
El dragón en el mar, Frank Herbert
Planetas morales, Philip K. Dick
Ficciones, Jorge Luis Borges
The Power, Frank M. Robinson
El increíble hombre menguante, Richard Matheson
Los jugadores de No-A, A.E. Van Vogt

1966 (¡por supuesto!)
Babel 17, Samuel R. Delany
El mundo de cristal, J.G. Ballard
The Dream Master, Roger Zelazny
Tú, el inmortal, Roger Zelazny
Flores para Algernon, Daniel Keyes
¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!, Harry Harrison
La luna es una cruel amante, Robert A. Heinlein
The Witches of Karres, James H. Schmitz

2005
Spin, Robert Charles Wilson
Accelerando, Charles Stross
Learning the World, Ken MacLeod
La vieja guardia, John Scalzi
Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro

domingo, 23 de mayo de 2010

Ponyo (2008) - Dir. Hayao Miyazaki

Ponyo o Ponyo en el acantilado o Ponyo junto al mar o Ponyo en el acantilado junto al mar, pero no El secreto de la sirenita, y mucho menos Ponyo y el secreto de la serenita, parecería ser la película de Hayao Miyazaki más apropiada para un público pequeño. Su paleta de colores es algo totalmente diferente a lo que había utilizado antes y contrasta bastante, sobre todo, con la de las películas inmediatamente anteriores (y en consecuencia, con su humor): La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro y El castillo ambulante. Los fondos son hechos en pasteles que les dan una textura inacabada, como de boceto brillante y ambicioso, y los dibujos también son más sencillos que los de las últimas películas, más planos y de líneas más básicas. Y, como era de esperar de Miyazaki, está llena de imágenes absolutamente hermosas. Ponyo corriendo sobre los lomos de las olas tratando de alcanzar a Sosuke; un mundo sumergido compuesto por casas y calles deshabitadas, recorridas por toda clase de criaturas de mar, incluso peces de edades remotas de la Tierra, como si se tratara de un Ballard para niños, a la vez que de una inversión de la imagen del tren sobre el agua en Chihiro; Ponyo y Sosuke navegando sobre un barco miniatura, etc.

La historia de Ponyo está basada, o al menos eso podría pensarse, en “La sirenita” de Hans Christian Andersen, y es una bonita revisión del cuento que incluye otros elementos modernos pero no desconoce el final original, que aquí incluso se reinterpreta (y no precisamente al terminar sino en medio de un diálogo) como una visión esperanzadora contraria a la tragedia sombría y dolorosa que Disney ya había tenido que endulzar. Ponyo es un pez (no una sirenita), hija de Fujimoto, un mago que alguna vez fue humano y que ha dejado su mundo atrás, y de una criatura marina tan terrible como hermosa, o por lo menos hermosa para los estándares narrativos. Pero Ponyo también es una aprendiz de magia (importante para la historia, con todo y las posibles alusiones a Fantasía de Disney) y siente curiosidad por el mundo de los humanos, por lo que escapa de la vigilancia de su padre y llega a la playa, donde la encuentra Sosuke, un niño de cinco años, hijo de una enfermera de un hogar de ancianas y de un capitán de barco que pocas veces llega a casa. Por supuesto, Ponyo y Sosuke se hacen amigos y, cuando Fujimoto encuentra a su hija y la lleva de vuelta al mar, comienza la historia, o algo así.

Realmente, poco ocurre en términos de conflicto, tal como pasaba con Mi vecino Totoro. Los personajes, incluso los menos importantes, como las ancianas del hogar o el papá de Sosuke, están tan bien construidos que la película consiste simplemente en "verlos ser" más que "verlos hacer". Ponyo y Sosuke nos recuerdan a Mei y Satsuki de Totoro, maravilladas con el mundo que ven y corriendo de un lado a otro riéndose y repitiendo lo que los demás dicen. Estos cuatro personajes son, tal vez, los mejores niños, o mejor, los niños más auténticamente niños que he visto en cine. La personalidad de Lisa, la mamá de Sosuke, está tan bien retratada y descrita a partir de las escenas en que la vemos conduciendo que es casi doloroso creerlo. Fujimoto es una caricatura (deliberadamente: su figura es la menos “realista” de todas, con ropa de colores, cabello naranja, nariz y ojos grandes y unas ojeras que le dan un aspecto de maquillaje), pero como tal resulta ser también más complejo de lo que parece en un primer momento: lleva tantos años viviendo solo en el fondo del mar que tiene la costumbre de hablar consigo mismo en voz alta, lo que Miyazaki aprovecha para darnos información sobre la historia. En fin, si se tratara de una película convencional se diría que tiene excelentes actuaciones, pero, siendo como es una construcción total, el hecho de que sean personajes ficcionales, es decir, construcciones también, es algo aún más memorable.

Pero así como comparte buena parte de la sencillez y la ingenuidad elemental de Totoro, Ponyo llena, en cambio, con palabras y explicaciones lo que en la otra son silencios y misterios que no necesitan solución. El aspecto fantástico de Ponyo (a medio camino entre mito y cuento de hadas) no prescinde de nombres y razones que tal vez ponen demasiado en claro que hay un mensaje, mientras que en Totoro el silencio convierte a los seres sobrenaturales en algo inescrutable, algo con lo que se puede entrar en contacto pero que tal vez no sea posible llegar a entender. Sin embargo, en las dos es evidente que no se trata de entender, que esa no es la forma en que sus protagonistas se relacionan no solo con lo sobrenatural sino con las fuerzas de la naturaleza, especialmente porque el entendimiento está más allá de su interés.

Miyazaki nunca ha ocultado su preocupación por el daño que le hacemos a la naturaleza y por la necesidad de hallar un equilibrio que nos permita vivir con ella más que coexistir en estado de lucha, como si peleáramos por el dominio de un planeta que, finalmente, no es un territorio, ni siquiera un lugar, mucho menos una zona estratégica, sino nosotros mismos junto con otro montón de seres (todos los demás seres, para ser exactos). Pero en Ponyo, así como ya había ocurrido con La princesa Mononoke, el mensaje está casi al mismo nivel que el resto de la historia, a veces incluso un poco por encima de ella, y eso es algo que la desfavorece.

Calificación: Cuatro baldes.