La poderosa energía del siglo veinte, capaz de poner al planeta en una nueva órbita alrededor de una estrella más feliz, era consumida en la preservación de esta inmensa pausa inmóvil.
—J.G. Ballard, Crash (Trad. Francisco Abelenda)
Crash iba a ser una arremetida frontal, un ataque abierto a nuestras convenciones sobre el disgusto que nos produce la violencia en general y la violencia sexual en particular. Estaba seguro de que los seres humanos tienen imaginaciones mucho más oscuras de lo que quisiéramos admitir. Permitimos que nos gobierne la razón y el interés personal, pero sólo cuando nos conviene...
...en 1970 el Laboratorio de Nuevas Artes de Londres se puso en contacto conmigo para preguntarme si me interesaba hacer algo en sus instalaciones. Se me ocurrió que podía poner a prueba mi hipótesis sobre los vínculos inconscientes entre el sexo y el choque de autos montando una exposición de carros estrellados. El Laboratorio me ofreció una galería por un mes. Recorrí depósitos de chatarra al norte de Londres y pagué por tres carros para llevarlos a la galería, incluyendo un Pontiac.
Los carros se expusieron sin material gráfico de apoyo, como si se tratara de enormes piezas de escultura... Sugerí que contratáramos a una joven para que entrevistara a los visitantes y conocer así sus reacciones. Al contactarla por teléfono estuvo de acuerdo en salir desnuda, pero cuando vio los carros estrellados me dijo que sólo saldría topless... una respuesta diciente, pensé entonces.
Nunca he visto que los visitantes de una galería se emborrachen tan rápido. Había una enorme tensión en el aire, como si todos se sintieran amenazados por la activación de alguna alarma interior. Nadie habría notado los carros de haberlos visto parqueados en la calle, pero bajo la luz constante de la galería resultaban provocadores y perturbadores. Alguien derramó vino sobre ellos, alguien rompió las ventanas, y casi violan a la muchacha topless en el asiento trasero del Pontiac (o por lo menos eso fue lo que ella dijo...). Una periodista del New Society empezó a entrevistarme en medio del caos, pero se exaltó tanto por la indignación... que la tuvieron que contener para que no me atacara.
Durante el mes que duró la exposición los carros fueron atacados incesantemente, embadurnados con pintura blanca por un grupo Hare Krishna, volcados y despojados de espejos retrovisores y placas. Para cuando los remolcaron fuera de la galería, sin nadie que los llorara, ya había confirmado mis sospechas sobre los vínculos inconscientes que quería explorar con mi novela. La exposición había sido una prueba psicológica disfrazada de exposición de arte... Tengo la sospecha de que ya no es posible escandalizar a los espectadores sólo por medios estéticos...
En 1970 comencé a escribir... En otras ocasiones he hablado de la novela como una especie de himno psicopático y, al momento de escribir, tuve que hacer un tremendo esfuerzo de voluntad para entrar en la cabeza de los personajes principales. Como una forma de ser fiel a mi propia imaginación le dí mi nombre al narrador, aceptando todo lo que esta decisión conllevaba.
...Creo que Crash no es tanto un himno a la muerte como un intento de sobornar al verdugo que nos espera a todos en un jardín silencioso y cercano. Crash se sitúa en un punto donde el sexo y la muerte se intersecan, aunque eso ocurre en una gráfica que no es fácil de interpretar y que se recalibra constantemente.
—J.G. Ballard, "How I Came to Write Crash"
Aunque no se trate de un texto de Ballard, creo que, al menos con fines morboarqueológicos, vale la pena poner aquí la reseña original que apareció en el Times el 28 de junio de 1973:
Aunque no se trate de un texto de Ballard, creo que, al menos con fines morboarqueológicos, vale la pena poner aquí la reseña original que apareció en el Times el 28 de junio de 1973:
2 comentarios:
Esa descripción de la exposición de automóviles parece sacada de las páginas de Crash! Comparte ese mismo ambiente, en el que uno se siente perturbado,al no poder pensar si es algo real o completamente imaginario (y de que sea como sea, uno se va a equivocar si escoge!).
nunca me he podido identificar muy bien con la fijación masculina y más bien onanista por los carros (uy, mire, mire, qué carrazo!), pero cuando leí crash mi yo destructor encontró una buena razón para tener un carro algún día (pensaba que era una distopía a la que daban más ganas de llegar que de evitar). desafortunadamente los carros son un lujo, así que hay más cosas en juego, y comprarse un carro para salir a darse de topes con los demás no parece una perversión muy rentable...
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