lunes, 30 de noviembre de 2009

Robert Holdstock (1948-2009) y Bosque mitago

Ayer murió el escritor inglés Robert Holdstock. No podría decir mucho de él porque, desafortunadamente, sólo leí una novela y un cuento. El cuento ya lo olvidé pero la novela, Bosque mitago, es uno de los libros de fantasía que me abrieron los ojos, y el camino, para dejar la fantasía épica que tanto me obsesionaba en esa época. Le insistí a mi profesora de Español y literatura para que me dejara usarlo en un trabajo final, pero ella, convencida y, menos mal, poco convincente de que tenía que leer a Milan Kundera y menos fantasía, terminó aceptando, un poco de mala gana, que leyera a Borges. Yo sé que esto no tiene que ver con Holdstock pero no es mucho lo que tengo para contar al respecto.

Bosque mitago me enamoró, un poco sí, un poco no, desde el comienzo. Se abre con una carta escrita por uno de los protagonistas a un amigo en la que le revela que por fin descubrió la manera de ingresar al bosque. Apenas son tres páginas, pero la cantidad de información y pistas que hay allí es tal que quedé abrumado. El tono del libro cambia al voltear la página y comenzar la historia desde cero, pero por mucho tiempo releí la carta-prólogo para revivir la sensación de "entrar al bosque" por primera vez. La segunda novela que alguna vez planeé escribir era, inevitablemente, una novela epistolar, y todo por culpa de ese prólogo (la primera era una fantasía épica, por supuesto que claro).

El resto de la novela lo sufrí un poco porque tenía la impresión, en todo momento, de que no avanzaba nada. Sin embargo la edición de Martínez Roca me parecía bellísima, con un papel suave y cremoso al que se le podía ver una textura como de tela si uno era ocioso y miope, y una portada que me encantaba mirar (hubiese querido que la imagen se extendiera para ver así más del bosque). Pero cuando finalmente la terminé fue como cruzar otra puerta. El final me pareció dolorosa y terriblemente hermoso, uno de esos finales que le dan un sentido nuevo a todo lo que se acaba de leer y que le alegran a uno la conclusión. También fue la primera vez que vi la palabra "coda", en mi vida y en el final de un libro. El otro lugar famoso donde se encuentra, recordarán, es el epílogo de Neuromante, a la que, en palabras de Jo Walton, Bosque se compara:
Muchos en Gran Bretaña sintieron que Bosque mitago cumplía un papel tan revolucionario e innovador para la fantasía como lo había hecho Neuromante en la ciencia ficción ese mismo año.
Me volví entonces promotor de la novela hasta que alguien la leyó y se volvió tan aficionado a ella que mi amor se apagó un poco, me pareció sucio. Soy más bien celoso.

Holdstock continuó la serie con una colección de cuentos y otras cinco novelas, la última de las cuales, Avilion, se publicó hace apenas unos meses. En español se conseguía también el segundo volumen, Lavondyss, pero no la leí porque la contracarátula sólo la hacía parecer un remake alargado de la anterior (alguien se pierde en el bosque, alguien entra a buscarlo, etc.) y, cuando por fin me interesé, ya no fue posible conseguirla. La editorial Gigamesh reeditó Bosque pero por alguna razón no reeditó Lavondyss y mucho menos publicó más títulos de la serie.

Tengo entendido que Salvador la leyó hace poco, así que aquí lo comprometo para que publique su reseña (si quiere, claro, no se vaya a sentir presionado).

lunes, 23 de noviembre de 2009

En palabras de otros - Kurt Vonnegut y Douglas Adams

La ficción es inofensiva.
—Kurt Vonnegut, Wampeters, Foma & Granfalloons (1974)

—¡Cómo! ¡Inofensiva! ¿Eso es todo lo que tiene que decir? ¡Inofensiva! ¡Una palabra!
Ford se encogió de hombros.
—Bueno, hay cien mil millones de estrellas en la Galaxia, y los microprocesadores del libro sólo tienen una capacidad limitada de espacio, y, desde luego, nadie sabía mucho de la Tierra.
—¡Por amor de Dios! Espero que hayas podido rectificarlo un poco.
—Pues claro, he podido transmitir al editor un artículo nuevo. Tendrá que reducirlo un poco, pero de todos modos será una mejora.
—¿Y qué dirá entonces? —le preguntó Arthur.
Fundamentalmente inofensiva —admitió Ford, tosiendo con cierto embarazo.
—Douglas Adams, Guía del autoestopista galáctico (1979)
(trad. Benito Gómez Ibáñez)

lunes, 16 de noviembre de 2009

Fanboys (2008) - Dir. Kyle Newman

En el comentario a un post anterior de Salvador le decía que tal vez era justo y necesario que aceptáramos de una vez por todas nuestra edad mental, consecuencia o reflejo justamente de la clase de lecturas que disfrutamos. En este momento me retracto del plural y me limito a encarar la única admisión que me corresponde. Así que: he visto Fanboys y la disfruté un montón. Y ese tal vez sea el certificado de mi edad mental.

Llegados a este punto toca hacer algunas aclaraciones. Fanboys es una comedia gringa sobre un grupo de fanáticos de La guerra de las galaxias que, en pleno 1998 (¿alguien recuerda “Tubthumping” de Chumbawamba o “In the Meantime” de Space Hogs? (Bueno, “In the Meantime” es una canción que todavía me gusta mucho)), cansados de esperar la hora del estreno del Episodio I, más otras razones algo cursis, como para que no se diga que los fanáticos de La guerra de las galaxias no tienen su corazoncito, deciden hacer un viaje a través de prácticamente todos los Estados Unidos con la idea de meterse en el Lucas Ranch y robarse una copia de La amenaza fantasma. Carretera a un lado, cuyo efecto en el horizontal espíritu americano ya está más que expuesto y analizado, buena parte de la diversión depende de los detalles poco disimulados que se reparten a lo largo de la película para que los mucho, poquito o nada fanáticos de la trilogía original los identifiquen. Es como si se tratara de un quiz de hora y media donde los personajes se preguntan todo el tiempo unos a otros quién hizo qué, quién era qué o por qué algo ocurrió de la forma en que ocurrió, mientras uno de espectador reconoce los sonidos, a los actores invitados y, sobre todo, esa sensación especial que era por partes iguales una emoción intensa de ver un nuevo capítulo de algo terriblemente importante para la propia historia personal y una ausencia casi inverosímil de sentido del ridículo, ya fuera solo por estar allí el primer día o por poder sostener conversaciones prolongadas sobre un tema del cual, prácticamente y en esencia, no hay nada nuevo que decir, siendo justamente esa su gracia.

Fanboys es tan buena comedia como La guerra de las galaxias es buena ciencia ficción. Para alguien a quien no le interese el tema o el mundo secreto de los geeks y sus aburriciones particulares, mucho menos cualquier caricatura que pueda hacerse de ellos, la película se reduce a chistes flojos sobre la vida sexual de quienes no tienen vida social y a una historia de superación que no ofrece nada interesante de La venganza de los nerds para acá. Pero, así como la historia que la inspira, apela a formas fuertes y elementales de la nostalgia y es allí donde las dos logran algo parecido al éxito.

Básicamente no fui un fanático de La guerra de las galaxias porque en las circunstancias en que crecí nadie se imaginaría que algo así (una enfermedad así) fuera posible. No se trata de que no hubiera querido. La idea de esa clase de fanatismo es muy gringa y necesitaba, primero, vivir en una ciudad y, segundo, entrar en contacto con las personas indicadas, y por eso sólo fue hasta muchos años más tarde que entendí que se podía, pero para entonces mi interés ya estaba en otras cosas. Fanboys es por eso un prolongado déjà vu de una de las muchas adolescencias que componen la adolescencia o, en mi caso, una historia alterna de una adolescencia que no fue. Es también una burla (no precisamente una crítica) de la alienación y su choque con otras formas de alienación (una escena memorable presenta una batalla casi campal entre los protagonistas y unos trekkies (“Trekkie es un término despectivo, preferimos trekkers”)). Los personajes se niegan a madurar (incluso mueren jóvenes en la briega), no admiten responsabilidades, no quieren dejar su pasado atrás o están dispuestos a volver a él como a un estado ideal; se toman literalmente la idea del escapismo. Pero no está de más ni es vergonzoso admitir que ese es terreno conocido.

Tal vez sólo leo ciencia ficción y fantasía por puro síndrome de Peter Pan y mi búsqueda del sentido del asombro no es más que una larga e insatisfecha nostalgia. Habiéndolo reconocido conviene que me dedique a defender la feliz inmadurez en todo tiempo y lugar, por lo menos para que no me acusen de inconsecuencia, que es cosa tan poco seria y madura.

Calificación: Tres sables de luz de plástico.

sábado, 7 de noviembre de 2009

The Matrix Revis(it)ed

Leyendo una vieja reseña de The Matrix en Science Fiction Studies (bajar hasta “The E-Files”) me encontré lo siguiente (además de la apreciación de que es como “The Truman Show dirigido por John Woo”):
Las inteligencias artificiales le declararon la guerra a los humanos a principios del siglo XXI y ganaron (¿eso no había pasado ya en Terminator?), exiliando a la humanidad a un mundo de ilusión virtual.
Luego de lo cual el comentarista se pregunta para qué necesitan las máquinas a los humanos.

Como la ciencia ficción juega muchas veces a tomarse las cosas literalmente, me agradó lo que insinuaba el comentario, sobre todo por la utilización de una palabra como “exilio”, pues estrictamente no se puede decir que un prisionero sea alguien a quien se ha exiliado a una celda. Así, las máquinas ganan la guerra y los humanos sobrevivientes deben ocultarse en una ilusión de realidad virtual pues no les queda otro “lugar” a dónde ir. Enfrentados con la decisión entre sobrevivir en parte y ser exterminados del todo, ¿qué otra cosa pueden hacer? Si pensamos, siguiendo la extrapolación, que la tecnología humana ha sido suficiente para crear la inteligencia artificial pero no para salir al espacio, entonces veremos a la Tierra como un callejón sin salida para la humanidad.

Hace poco Jo Walton reseñaba en Tor.com la única novela del escritor William Tenn (Philip Klass), Of Men and Monsters, donde los humanos se ven confinados a vivir en las paredes de extraterrestres invasores, como si se tratara de ratones. En este caso pasaría algo semejante, sólo que no estaríamos hablando de las paredes de las casas de las máquinas sino de los intersticios de sus memorias ocupados por realidades virtuales, las cuales a fin de cuentas no necesitarían pues en la película eran la herramienta para esclavizar a los humanos. Con el tiempo las máquinas comienzan a “soñar” y, repetidamente, en sus sueños son humanas. Comienzan también a conocer el desconcierto, si es que acaso no lo conocían ya. La cosa puede tomar cualquier cantidad de caminos: ¿están de acuerdo los humanos con respecto al tipo de realidad que habitan?, ¿tienen algún poder para alterarla a voluntad y son todos ellos unos “elegidos”, según la premisa de la película, o están sometidos a la voluntad de unos pocos con el poder?, ¿qué interés pueden tener en volver a la realidad real, sobre todo si viven en una que podrían alterar a voluntad?,¿qué idea persiste de lo que significa ser o dejar de ser humano?, ¿de qué manera pueden combatir sin cuerpos a las máquinas en el mundo real?, ¿cómo se refleja en el mundo virtual la existencia de las máquinas?, etc.

The Matrix fue una película que en su momento disfruté mucho y por cuya salud narrativa temí cuando supe que iban a darle continuidad. Poco antes de la salida de The Matrix Reloaded había leído La caída de Hyperion de Dan Simmons y me parecía inevitable pensar que una buena manera de seguir presentando el conflicto podía inspirarse en la guerra entre la humanidad y el TecnoNúcleo, así que me puse a especular sobre qué clase de cosas me habría gustado que pasaran. Por supuesto, todo lo que me imaginé y que hoy ya no recuerdo fue mejor que lo que finalmente terminó pasando. La ruina de la historia fue tal que ahora no puedo pensar ni en la primera con respeto, algo que se repetiría luego con La guerra de las galaxias y hace menos tiempo con Indiana Jones. En los tres casos hice el ejercicio ocioso de imaginarme qué habría sido mejor (en el de Indiana Jones, deberían haberme comprado la historia que planeé cuando tenía como catorce años, titulada Indiana Jones en busca de la gallina ciega (tengo un cuaderno que sirve de prueba)). En el caso de The Matrix pensé incluso en algunos crossovers donde se revelaba que el nombre verdadero de Morfeo (es decir, el que tenía dentro de la Matriz, antes de que lo despertaran) era John Connor. Hoy simplemente repito el ejercicio por puro gusto, muchos años y yaparaqués más tarde. De pronto la idea le sirve a alguien de algo, así sea para desbaratarla.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Premio Mundial de Fantasía (World Fantasy Award)

Bueno, la temporada de los premios termino con la entrega el fin de semana pasado de el World Fantasy. Esta vez, ni siquiera pusimos la lista de los nominados, y pues con un serio retraso xD publicamos la lista de ganadores...

Novela
Ganadores (empate), The Shadow year de Jeffrey Ford
Tender Morsels de Margo Lanagan
Otros nominados
The house of the Stag de Kage Baker
The graveyard book de Neil Gaiman
Pandemonium de Daryl Gregory

Novela corta
Ganador: If angels flight de Richard Bowes (F&SF, febrero 2008)
Otros nominados
Uncle Chaim and Aunt Rifke and the angel de Peter S. Beagle
The overseer de Albert Cowdrey (F&SF, marzo 2008)
Odd and the frost giants de Neil Gaiman
Good boy de Nisi Shawl

Cuento
Ganador: 26 monkeys, also the abyss de Kij Johnson (Asimov's, Julio 2008)
Otros nominados
Caverns of mystery de Kage Baker
Pride and prometheus de John Kessel (F&SF, enero 2008)
Our man in the Sudan de Sarah Pinborough
A buyers guide to maps of Antartica de Catherynne Valente (Clarkesword, junio 2008)

Vida y obra

Debo confesar que practicamente no conozco a los ganadores, y si acaso, a algunos de los nominados :P. Bien por Kij Johnson, a pesar de que no he leído su cuento, otros cuentecitos de esa autora me han gustado mucho ;). espero que las dos novelas ganadoras de este año no sean Young adults... sería muy triste que los tres grandes premios del año fueran a terminar en YAs.

Confieso mi desdén este año por los WFA fue fuertemente inducido por que los otros premios ya habían dado como ganadores novelas de fantasía. Queda pues el "premio seco" para CF con el John Campbell memorial (exclusivo de CF, ganado por Song of time de Ian MacLeod junto a el YA y techno-triller de Cory Doctorow, Little brother) y el British SFA (Night session de Ken MacLeod).

Pd. ahora noto, que nosotros nunca hemos publicado la lista de los WFA xD


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