martes, 15 de febrero de 2011

LA PERSISTENCIA DE LA VISIÓN (1978) - John Varley

[NOTA: esta es la segunda de las cuatro reseñas perdidas.]

La gana de space opera sofisticado (inercia de venir de leer a Zelazny) y las dos afirmaciones de Delany que rondaban la memoria (que todo lo que hay por saber sobre implantes hay que leerlo en el Waldo de Heinlein y en Varley, y que para entender el cyberpunk es indispensable leer a Varley, a pesar de ser su completo opuesto) me trajeron hasta aquí. Observación general: la edición de Orbis excluye tres cuentos del original en inglés (“Verano retrógrado”, “Incursión aérea” y “El paso del agujero negro”), ve tú a saber las razones.

La primera afirmación de Delany se detiene en suspensivos, por lo menos mientras llega la lectura del Waldo, o de momento sólo digamos que no es tan omnipresente como se esperaba. De todos modos, sólo es una colección, y además incompleta. Sobre la segunda, tal vez quedan más dudas que conclusiones, demostración de que mi definición de cyberpunk y la de Delany difieren.

En realidad, terminé viendo más parecidos que diferencias en ese aspecto y al final fue inevitable relacionar los relatos de Varley sobre los Ocho Mundos con el ciclo Shaper/Mechanist de Sterling, haciendo la aclaración de que la obra de éste es la versión especializada en política y economía del universo de Varley. Por ejemplo, la escena en “El fantasma de Kansas” donde la protagonista explica los recovecos legales de la sucesión entre clones tiene su eco sofisticado en el cuento “Twenty Evocations” de Sterling. Por otro lado, el bajo mundo (sobre todo en “En el cuenco”, con sus ciudades venusinas) se prolongará en las obras de Gibson como un espacio de irrealidades y quebrantamiento de los límites. Cae vencido Varley con respecto a su prosa, poco ambiciosa (¿acaso será la traducción?), y esa es una brecha gigantesca en relación con el cyberpunk; pero el sense of wonder y la complejidad de mundo son deliciosos.

Uno de los mayores placeres de leer los cuatro cuentos de los Ocho Mundos incluidos en esta edición era intentar reconstruir el fondo de todo el tramado, armar una panorámica a partir de detalles secundarios en cada relato. También el encuentro de una de las concepciones de corporeidad más extrañas que haya leído, antecesora de muchas otras posthumanidades (aunque creo que todavía ninguna a ese nivel) y emparentada con la que se encuentra en “El día un millón” de Frederik Pohl: según ella el cuerpo es un punto de confluencia de formas y es múltiple, porque puede alterarse, cambiarse, rejuvenecer o resucitar, clonarse, perder los ojos, los tímpanos y las piernas y remplazarlos con facilidad. Tal vez era a esto a lo que se refería Delany.

En “En el cuenco” la descripción de la atmósfera venusina y las adaptaciones humanas a ella, además de las ciudades disfrazadas con holos, salpicadas aquí y allá por el planeta, y la relación del protagonista con Ascua, la niña, son más interesantes que el argumento aparente, lo cual no es necesariamente una mala cosa. Al final no importa mucho si las piedras que el protagonista busca están vivas o no. Hay un eco de “Collector’s Fever” de Zelazny.

Con “Cantad, bailad”, casi se puede decir que ídem. Es inevitable querer saber más de los simbiontes y la vida en los Anillos (de Saturno), y de la máquina de hacer música de Timbales que del desabrido Jano y sus agentes.

“Perdido en el banco de memoria” y “El fantasma de Kansas”, los dos ambientados en Luna, integran mucho mejor la acción y el espacio. Del primero, aunque haya mucho para celebrar, subrayo el recurso de la visita estudiantil para exponer la información sobre la operación a la que será sometido el protagonista. Del segundo, la relación climática (en más de un sentido) entre la protagonista y uno de sus parientes clones es simplemente antológica.

Los otros dos cuentos (es decir, los que no pertenecen a los Ocho Mundos) tienen también mucho a favor. Como en el caso de Una rosa para el Eclesiastés de Zelazny, el cuento premiado, “La persistencia de la visión” fue el que menos me gustó, y aun así es una muy buena pieza, con algo de Le Guin en su paisaje y en su utopía aparente. Pero tal vez lo más interesante es que se trata de una utopía distópica, en el sentido de que es una isla pequeña e imposible en medio de un mundo que se viene abajo; el contraste es violentísimo y la ocultación de los detalles que componen el mundo exterior (en oposición a la proliferación de detalles sobre Keller, la comunidad de sordomudociegos) está muy bien manejada. Además, como la mejor CF, tiene muchas cosas interesantes que decir sobre el lenguaje y lo que hacemos con él creyendo que lo dominamos. Creo que lo que no lo favorece es estar, al igual que Keller, rodeado por un mundo hostil, aunque no directamente agresivo; en este caso, los otros cinco cuentos.

“En el salón de los reyes marcianos” es un cuento con dos elementos: una colonización forzosa de Marte y una investigación xenológica. Respecto a lo primero, hay que decir que se presiente ya el manejo de personalidades memorables en espacios cerrados que Kim Stanley Robinson llevará al tope con su serie: las relaciones entre sexos, entre especialidades, por el liderazgo, con el paisaje, todo está allí en estado germinal. Extraña mucho que Varley no figure más en las listas de grandes influencias de los escritores de la década siguiente, fueran cyberpunks o humanistas.


P.D. Los cuentos restantes pueden encontrarse, junto con el prólogo perdido de Algis Budrys, en el libro En el salón de los reyes marcianos de la colección Súper Ficción de Martínez Roca. No sobra recordar que las ediciones de Orbis eran reimpresiones de títulos anteriormente publicados por otras editoriales y La persistencia era, originalmente, parte de la misma colección Súper Ficción. Lo que no sabría decir es si la edición de Orbis corresponde exactamente con la de Martínez Roca; de ser así, hay una repetición de cuentos entre La persistencia y En el salón que no tendría justificación, sobre todo si se tiene en cuenta que los tres cuentos que faltan en la primera son tal vez los más cortos y podrían haber estado, junto con los demás, en un mismo volumen. La omisión hace que el lector se pierda una pequeña joya como “Verano retrógrado” que, en pocas palabras, es el punto donde se encuentran la space opera y las soap operas, es decir, los novelones.

4 comentarios:

Salva dijo...

Otro más para la ya infinita lista de por leer :P ejjejej

No sabía que era una colección, siempre que lo ví pensé que era una novela xD... (me imagino que si yo veo un libro, asumo que se trata siempre de una novela :P)

Ojala aparezcan pronto las otras reseñas ;)!

F. dijo...

je je, me queda la inquietud de cómo tendría que verse un libro para que parezca colección...

yo, la verdad, no le paré bolas durante mucho tiempo porque "La persistencia de la visión", la novela corta, no está entre mis favoritos, y me imaginé que el resto de cuentos eran por el estilo. me sorprendí e interesé, justamente, cuando vi que Delany lo nombraba en relación con el cyberpunk.

la siguiente reseña sale pronto, aprovechando que estamos en el mes de la space opera, je je ;)

Anónimo dijo...

La persistencia de la Visión fue el primero de los relatos que yo he leído de VArley, y ya en ese entonces me conmovía lo sencillo de su narrativa así como sus personajes conmovedores e intimistas. Me fascina en este relato en particular, el esfuerzo del autor por plasmar una realidad en la que está totalmente no familiarizado ( el mundo-universo de los ciego-sordomudos) , pero asumo que de eso se trata la ciencia ficción. Es más, precisa,mente es esa ignorancia la que explota como sino del protagonista a la hora de entender a los "Kellers"; me fascinó eso sí, la dimensión extra y los alcances a la que llegaron los kellers , imposible para los seres humanos corrientes.

Vivaldo Moore dijo...

"La persistencia de la visión" (el cuento) es una reescritura de un cuento clásico de H.G. Wells, "El país de los ciegos". Si se tiene presente el original, el relato de Varley puede despertar dos sensaciones distintas: o bien irritación frente al robo disfrazado de "homenaje", o bien aprobación frente a esa "operación Pierre Ménard" que significa reescribir una historia en otra época, lo que es igual que decir desde otra perspectiva.