«Fountain of Age», Nancy Kress
A finales del siglo XXI un millonario de más de ochenta años, Max Feder, recuerda al amor de su vida, Daria, una prostituta persa que conoció en Chipre en su juventud, cuando era soldado (y pobre) y «la guerra en el Medio Oriente acababa de terminar, una de las guerras, ¿quién lleva la cuenta de todas?». Un pequeño accidente lo motiva a buscarla de nuevo y así sale del hogar en que vive retirado a un mundo (no tan) extraño donde los ricos han encerrado sus barrios en domos que los protegen del sol y se ha descubierto una especie de "fuente de la juventud" que permite detener el envejecimiento en la edad que se tiene al momento de recibir el tratamiento.
La narración construye un escenario convincente y de forma convincente, pero el pequeño problema, que no es tan pequeño, es que se tiene la sensación casi todo el tiempo de algo ya leído. Hay ecos de Gibson («Su mirada se agudiza. Sus ojos no tienen ningún color, no se pueden describir. Son ojos de dotación del gobierno. Pero ansiosos.») y de Sterling, pero sin el vigor de ninguno de los dos.
«Recovering Apollo 8», Kristine Kathryn Rusch
Otro millonario obsesivo (vale la pena hacer el ejercicio de comparar este protagonista con el de la novela de Kress) quiere recuperar el Apolo 8, una cápsula con destino a la luna que, debido a un fallo en los cálculos, nunca la alcanzó y se perdió en el espacio. Se trata de una historia alterna, pues de este lado de la ficción el Apolo 8 sí llegó a la luna y sus tripulantes aún viven; pero por alguna extraña razón se supone, dentro de la novela, que el accidente tiene algo que ver con que el programa espacial haya seguido adelante y para el 2008 la humanidad esté con un pie en Marte y planeando conocer el resto del sistema solar.
Es una historia escrita en un estilo bastante simple y aburrido, donde no hay más personaje que el protagonista (Richard, creo que sin apellido) quien convenientemente es niño genio y millonario y no necesita nada ni a nadie: todos los demás personajes parecen sólo parlamentos para justificar sus reflexiones o indignaciones. Ocasionalmente, aunque se supone que a Richard no le importa nada de eso, la autora cae en una típica cursilería patriótica, tan gringa:
Le había prometido a los Estados Unidos, y por extensión al resto del mundo, que trataría a [los astronautas] con respeto.
Planeaba honrar esa promesa.
«Stars Seen Through Stone», Lucius Shepard
Shepard es un maestro de las descripciones:
Las aguas del Polozny nunca se congelan. No importa cuánto frío haga o por cuánto tiempo, sus aguas permanecen calientes gracias a un coctel de contaminantes y, aunque el río fluye más lento en el invierno, sigue su curso, negro y gélido. Hay algo estatutario en su constancia venenosa. Más que un río parece una regulación, una glosa divina convertida en ley, gravándose sobre la superficie del mundo año tras año hasta que su largo meandro haya devorado una grieta que corra a todo lo largo y ancho de la creación, y sus ácidos y óxidos caigan en el vacío.Esta novela vale la pena leerla por la prosa y la acumulación de detalles y personajes. Black William es un pueblo lovecraftiano con un pasado oscuro y hasta tenebroso, al que por cuestiones de azar, que puede que no lo sean tanto, llegó el protagonista con su esposa hace ya bastantes años. El narrador (Vernon) nos dice casi al principio que «...muchas cosas extrañas pasan inadvertidas para el mundo» y ésta es básicamente la historia del momento en que todos en Black William las advierten por primera vez. Desafortunadamente, al final, cuando llega el momento de explicarlas o tratar de entenderlas, la narración decae y la revelación es un anticlímax que no está a la altura de la tensión que ha ido creando gradualmente. Aún así, se las arregla para tener unos bellos párrafos finales.
«All Seated on the Ground», Connie Willis
De no ser por unos pocos momentos en la novela de Shepard, se podría pensar que Willis es la única de la lista que recuerda que existe algo llamado humor, lo cual ilumina bastante este relato, sobre todo al principio, cuando los extraterrestres (por fin) establecen contacto con la humanidad y ésta se desespera tratando de comunicarse con ellos, para lo cual crea una comisión:
Fui escogida por el director de la comisión, el doctor Morthman, (quien evidentemente no entendió que la intención de mis columnas era humorística), cosa que no importaba, pues no tenía la menor intención de escucharme, o de escuchar a nadie de la comisión, que en ese momento estaba compuesta por tres lingüistas, dos antropólogos, un cosmólogo, un meteorólogo, un botánico (en caso de que resultaran ser plantas), expertos en el comportamiento de primates, aves e insectos (en caso de que fueran uno de las anteriores), un egiptólogo (en caso de que resultara que habían construido las pirámides), un psíquico animal, un coronel de la Fuerza Aérea, un abogado militar, un experto en costumbres extranjeras, un experto en comunicaciones no verbales, un experto en armas, el doctor Morthman (quien, hasta donde pude ver, no era experto en nada) y, gracias a nuestra cercanía con Colorado Springs, el líder de la Maxiglesia del Verdadero Camino, el reverendo Thresher, quien estaba convencido de que los altairi eran heraldos del Fin de los Tiempos.En plena inspiración los humanos llevan a los altairi al centro comercial y de un momento a otro los ven sentarse en el suelo; de allí en adelante la historia es una especie de policíaco en el que se quiere averiguar qué los hizo sentar. Tal como suena, la novela es más bien light y el mensaje del final la emparenta con las películas familiares de lunes festivo con moraleja , algo que no llega a salvarla. El humor también se diluye y, a pesar de un ritmo agradable y efectivo, queda una sensación de excesiva simpleza.
«Memorare», Gene Wolfe
Gene Wolfe me desconcierta. «Memorare» no es uno de sus mejores cuentos y aún así ha sido recibido como una obra maestra. Bueno, debería decir entonces que los lectores de Gene Wolfe me desconciertan.
March Wildspring es un documentalista que trabaja en una película sobre ciertos monumentos del espacio dedicados a los turistas que salen a conocer el sistema solar y se pierden en medio de la nada o mueren por las condiciones adversas del vacío o de los planetas. Pero algunos de los monumentos son trampas hechas por sectas fanáticas que coleccionan visitantes para que acompañen a sus muertos. La novela está dividida en dos partes: la primera dedicada a la exploración que Wildspring hace de algunos monumentos en busca de material y la segunda de lo que les pasa a él y sus compañeros cuando quedan atrapados en uno de ellos; la división es demasiado clara y el efecto es el de dos historias diferentes unidas un poco a la mala.
También hay algunos problemas con los personajes. El protagonista es el típico protagonista wolfeano: un hombre bueno en circunstancias adversas, pero es a veces tan perspicaz que los demás personajes parecen en contraste muy torpes o planos. Y al parecer el autor se siente algo confundido y encartado con los personajes femeninos: «Kit se veía tan siniestra como pueda verse una rubia agradable».
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En términos generales no es un gran año en esta categoría (ya veremos cómo están las otras dos). Si pudiera votar lo haría por Lucius Shepard, aunque estoy casi seguro de que el premio se lo va a llevar algo más convencional y que no provoque tantas vacilaciones de tema y forma, como «Fountain of Age»; pero como dicen en otra página: Connie Willis siempre gana.