domingo, 26 de octubre de 2008

En palabras de otros - M. John Harrison

El tema de las catástrofes es la ansiedad, y la ansiedad opera por completo en el presente. Su actitud hacia la sociedad es contradictoria: nos preguntan "¿Qué haríamos si la sociedad desapareciera?", al tiempo que "Dios mío, ¿por qué no desaparece?". Hay algo de sexy, glamoroso en la emoción que nos produce un relato de catástrofe, si funciona.
—M. John Harrison, «Another View»

Tintedshades: Una hipótesis steampunk

El steampunk de hoy, el que se multiplica con nuestra falta de interés, es una nostalgia al cuadrado por un pasado no tan remoto. Ya de por sí nostálgico hace más de veinte años, al elegir escenarios, personajes, tramas de siglos anteriores, hoy es nostálgico porque quiere revivir una sensación que originalmente le fue contemporánea y que se ha ido diluyendo.

En el principio, poco antes y poco después de recibir su nombre, el steampunk era una rama de la literatura fantástica que tenía más bien poco que ver con vapor y con el punk, más bien con anacronismo, conspiraciones, historias secretas que podían ser historias alternas, multitud de tramas entremezcladas con multitud de personajes y estilos, por lo general tomados directa y descaradamente de otras fuentes literarias, y con un ritmo apenas apropiado para articular todo eso sin perder al lector. Pero de un momento a otro apareció vestido de armadura, rodeado de corazas y erizado de chimeneas, sufriendo, al igual que su primo hermano mayor, el cyberpunk, de una interpretación demasiado literal de su nombre.

Cuando el steampunk todavía no chasqueaba y silbaba ese trabajo le correspondía al cyberpunk, aunque en su versión más simplificada: el límite entre humano y máquina se cruzaba pero no se desdibujaba, los dos se fusionaban pero siempre había algo que se encargaba de recordar que la fusión no era natural o, por lo menos, que era imposible ignorarla: la personalidad convertida en software se enloquecía, los ojos, las uñas, los brazos prostéticos fallaban o dolían o entristecían a su dueño por lo que significaban o no llegaban a significar. Si bien nada de eso fue invento del cyberpunk, pues antecedentes había, remontándose, por ejemplo, a 1952 con Limbo de Bernard Wolfe o a la década de los setenta con Crash (1973) de J.G. Ballard y la obra de John Varley, pasando por Nova (1968) de Delany, en los ochenta le correspondió darle un nuevo giro a ese compendio de temas, problematizándolos de otra manera y de paso popularizándolos. Por razones relacionadas con el estado de las cosas y el espíritu de los tiempos, encontraron en ese momento y público la atención necesaria.

Pero fue esa misma atención la que hizo que el cyberpunk pasara de especulación o propuesta a finalidad. Con el tiempo, parte del mundo comenzó a parecerse más y más a lo que se había imaginado, no porque los autores fueran profetas o adivinos sino porque la identificación con el género permitía seguir un mismo camino. Poco después tuvimos dos cyberpunks: el que quería seguir fiel a sus raíces y al imaginario propuesto en Bladerunner (y que es, por lo general, el que podemos ver en el cine) y el que había crecido a la par con la bola que había echado a rodar y que había ido adoptando nuevas ideas y reflexiones de la ciencia y la tecnología, conservando del original el humor, la actitud, más que sus imágenes o motivos. Afortunada o desafortunadamente no tenía nombre, así que simplemente se decidió que era otra cosa o, si acaso, una manifestación renovada de la original. Pero en ella, o con ella o a partir de ella, el límite violento entre lo humano y la máquina comenzó a desdibujarse: la biología quiso reemplazar a la cibernética, la interacción con el artefacto se hizo más íntima, la inteligencia artificial más cercana. Las inquietudes, obviamente, pasaron a ser otras, tal vez nuevas versiones, pero, en cuestión de impacto y trauma, diferentes.

Allí es donde vuelve a entrar el steampunk. Una vez convertido en una rama de la ciencia ficción (al menos en apariencia) pasó a ser el espacio para representar de nuevo, y de forma convincente, el choque en el límite imposible entre humano y máquina. La máquina de vapor es la máquina por excelencia, que aspira a ser entendida e interpretada como tal y no como una versión incipiente de un organismo en camino a la evolución, y por ello es imposible (con)fundirla con lo humano: siempre habrá una superficie, un brillo, un sonido que nos recuerde su presencia, a lo cual también contribuye su tamaño irreductible. A través del steampunk podemos mantener la tecnología a raya, o crear una ilusión de que es así. En ese sentido, aunque parezca una celebración de la fusión, el steampunk de hoy sería más ludita que tecnófilo.

domingo, 19 de octubre de 2008

Novela corta, novela más corta y novela tan corta que es cuento

Esta es una nota que me he demorado en subir. Lo mejor habría sido ponerla en la época en que estábamos discutiendo los nominados a los Nebula y los Hugo, como para que no quedara flotando en medio del limbo, pero habiéndose pasado el momento es mejor ponerla ahora para dejar en claro un detalle:

Cuando hablamos de los nominados hablamos de tres categorías distintas de ficción que en inglés se conocen como novella, novelette y short story. Al traducirlas de alguna manera decidimos, por acuerdo tácito, denominarlas novela corta, noveleta y cuento, de las cuales la primera y la tercera no tienen ningún problema; pero la de la mitad, la noveleta, no sólo prácticamente no existe, en el sentido de que es una palabra que (todavía) no se encuentra en un diccionario de español, sino que nos presenta una forma que, no siendo ni lo uno ni lo otro, no sabemos exactamente qué es o qué puede ser.¿Qué hay entre el cuento y la novela corta? Una respuesta puede ser el cuento largo, pero eso ya es forzar demasiado. Por el momento, hablar de noveleta, un nombre que no existe para algo que no existe, es una comodidad más que nada.

En fin. Una forma de entender mejor la distinción que hacen los gringos es guiarse por las reglas de los premios Nebula, donde se establece la extensión límite para cada categoría, en palabras, claro, aunque en mi planeta sigo contando por páginas. La cosa queda así:

Hasta las 7500 palabras es un cuento.
La noveleta está entre 7500 y 17.500.
La novela corta entre 17.500 y 40.000 palabras.
Por encima de 40.000 es una novela.

Pueden hacer el ejercicio con el contador de palabras del Word.

P.D. Las reglas de los Hugo establecen exactamente las mismas extensiones.

viernes, 3 de octubre de 2008

Marte rojo en TV?

Marte rojo, la fantástica novela de Kim Staley Robinson, y para mi una de las mejores de la CF sería adaptada en TV... Bueno, eso dicen los de Noticias de ciencia ficción me emocionaría más de no ser porque el guionista y productor es el tal Jonathan Hensleigh, cuyo prontuario incluye Armagedon, el Santo y Jumanji... :-S.



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miércoles, 24 de septiembre de 2008

En palabras de otros - Brian W. Aldiss (2)

El Tiempo —como un elemento que puede ser sólido, líquido o gaseoso— tiene tres estados. En el presente es un flujo inasible. En el futuro es una bruma turbia. En el pasado es una sustancia sólida y vidriosa; entonces lo llamamos historia.
—Brian W. Aldiss, Galaxias como granos de arena
(Trad. Carlos Gardini)

viernes, 19 de septiembre de 2008

So They're Geeker...

...o al menos eso se podría pensar.

Yo sé que puede parecer temprano, pero el año entrante, del 4 al 6 de marzo, va a realizarse en Medellín Fractal '09, con el subtítulo: Congreso de nuevas tecnologías, ciencia ficción y literatura fantástica. Como nunca me he sentido muy fascinado o interesado por las (nuevas) tecnologías, la combinación me suena un poco extraña todavía, pero es una pega personal.

La nota interesante, aunque no es que la idea del congreso no lo sea, es la lista de invitados, que incluye a (fanfarria): Bruce Sterling, Lucius Shepard, James Patrick Kelly y John Kessel. (La verdad, me enteré a través del blog de Shepard.) En la página de Fractal puede leerse la programación, donde dice qué conferencia va a dar cada uno. El costo es de $50.000; sólo hay que ahorrar para los buses y la estadía.

Yo estoy echando memoria a ver si me acuerdo de algún familiar por allá.

martes, 16 de septiembre de 2008

Expedientes X: quiero creer (Película)

Otra de las películas de este año que me producían una gran expectativa era la nueva película de Expedientes X, una secuela de la serie de TV de los 90s, con enormes dosis de fantasía y ciencia ficción.

Una agente del FBI a desaparecido, y la única fuente de evidencias es un padre (pedofílico) que tiene visiones. Así que el FBI decide contactar a Mulder para que los ayude a encontrar la agente. Scully entre tanto es ahora doctora de tiempo completo en una especie de hospital cristiano... y es la esposa de Mulder. La historia toma los elementos clásicos de la serie, con un Mulder dispuesta a confiar en el supuesto padre vidente, mientras Scully asume el papel de escéptica, aunque pareciera que las cosas son realmente misteriosas.

Antes que nada, quiero hablar del teatro. Es el segundo cine que visito en Tucumán y este era particularmente sucio, y viejo, y pues la proyección también era así, old school, así que todo hacía que me sintiera en una proyección de añoranza de los años 90s xD.

Y bueno, eso es la película, más un motivo para recordar el glorioso pasado, y no hay ningún intento de hacer una historia épica y grandilocuente (como en la primera película), sino traer de regreso a los viejos personajes, en sus viejos roles, (y con sus 10 años de más). Así que uno al terminar aunque sin sentirse defraudado, tampoco se siente particularmente excitado.

Quizá fue la decisión acertada, pues la verdad, luego de miles de temporadas la serie fue perdiendo gracia, con una conspiración tan y tan retorcida, que perdió toda credibilidad, y luego las otras temporadas sin Mulder, que transformaron la serie más en un psico-thriller, donde el objetivo era buscar todo tipo de asesinos en serie (y eso, aunque muy de moda en el terror, me parece el más chimbo de los temas del terror, en especial cuando los asesinos son ultra inteligentes, con patrones super complejos de selección de victimas...), y ya solo la veía por ver a Gillian Anderson.

Así, los fans de la serie seguramente sentirán una enorme melancolía, y es claro que también se cierra definitivamente el ciclo de la serie. Es como uno de esos partidos de despedida, donde las viejas glorias juegan 20 minutos en cada equipo, el resultado no importa, y en donde se ven chispasos de las gambetas y remates que los hicieron grandes una década antes.

Pd. Lo que no puedo dejar de preguntarme, porque si están casados se tratan de Mulder y Scully, en vez de Fox y Dana?
Pd2. Supongo fue una mala apreciación de mi parte, pero me pareció que en el celular de Mulder decía “gillian” en vez de “Dana” :P... jajajaja


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