Hasta que llegó el año, el mes, la semana. Anoche me soñé que iba a entrar a ver la película, llegaba tarde, el sitio era horrible (una especie de centro comercial de sex shops y desnudistas en vitrinas), a Angélica se le había hecho más tarde, la función ya había empezado y, cuando por fin podía entrar, resultaba ser un concierto de Hannah Montana.
En 1989, recién salida La última cruzada, Harrison Ford andaba diciendo en entrevistas que no creía en la posibilidad de otra película de la saga. Tenía 47 entonces y, razonaba, si se habían tomado cinco años entre El templo de la perdición y la siguiente, podían hacer lo mismo con la cuarta y para cuando eso pasara tendría ya la inverosímil y agotada edad de 52, por lo que no creía que llegara a sentirse dispuesto o por lo menos en capacidad, especialmente para la parte correspondiente a sostener la leyenda de que era él quien se hacía cargo de casi todas las escenas, sin necesidad de doble (y la leyenda continúa), así ver las Indianas y Blade Runner con no mucha atención parezca decir otra cosa (o que sólo es un tipo cuya fisionomía cambia en momentos de tensión: un actor del método, o algo así).
En el camino se especuló. Posiblemente al cumplir los 52, y si tiene o tuvo memoria, Ford se arrepintió de sentirse viejo de antemano, como nos pasa a casi todos. La posibilidad de la nueva película vino y se fue, vino y se fue. Muchos hubiésemos preferido que Spielberg y Lucas se hubieran dedicado a ella en lugar de someternos a cosas como la última media hora de IA o los tres primeros episodios de La guerra de las galaxias. Se dijo que Gary Oldman iba a hacer del hermano de Indiana Jones, que Sean Connery iba a volver a aparecer (esto no queda descartado del todo aún), que el arca que iban a buscar esta vez era la de Noé. Al final nos salen con Shia LaBeouf (¿ah?) y, según lo que se puede ver en el trailer, un arca de otra especie (si se fijan bien, hay una caja que dice "Roswell, Nuevo México"). El título es todavía más pulp que cualquiera que se haya usado hasta el momento, y para acabar de completar la traducción no lo favorece ni poquito: podré sonar mamón, pero no entiendo por qué 'calavera' y no 'cráneo', que nos ahorra sílabas, aire y tinta. Y los villanos son rusos y no nazis, lo cual acerca más al personaje a una de sus inspiraciones, James Bond, pero no creo que sea cosa que al final suponga mucha diferencia.
Llevo unos meses haciendo el yoga de descriteriarme para disfrutar la película. Me faltó el ejercicio final de ir a ver Meteoro, pero espero que aún así haya servido de algo el resto del trabajo. Hay muchas preguntas, por supuesto. ¿Cómo se van a ver las imágenes generadas por computador? ¿Va ser otro Templo de la perdición u otra Última cruzada? ¿Será que puede tener éxito una película sin Sallah, el personaje de John Rhys-Davies? ¿Van a matar al personaje de Shia LaBeouf en los primeros cinco minutos (por favor, por favor) y el resto es una venganza, tal vez excesiva dado el personaje que la motiva? ¿Qué le da Shia LaBeouf a Spielberg que lo tiene tan embobado? ¿Será que hay más gente con el disfraz de látigo o voy a ser el único?
Ya veremos.
miércoles, 21 de mayo de 2008
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